Contraste de Año Nuevo entre Valparaíso y Viña
Insistencia del jefe comunal porteño choca con el buen sentido de la alcaldesa viñamarina, que aprobó suspensión de dos fiestas masivas. La fiesta de tres días porteña supone un despliegue de carabineros, aun cuando exista seguridad privada. Esta demanda de presencia policial significa una recarga para fuerzas ya agobiadas por las tareas propias de fin de año.
Con buen criterio y sentido común, la alcaldesa de Viña del Mar, Macarena Ripamonti, decidió suspender dos fiestas masivas de fin de año programadas en la comuna, una en el renovado Muelle Vergara y otra en Reñaca, considerando la catástrofe que devastó un amplio sector popular de la ciudad.
Las fiestas que estaban programadas tendrían un costo de $120 millones, pero ya la semana pasada los concejales, a proposición del edil Pablo González (PC), habían acordado por unanimidad pedir a la jefa comunal suspender esas celebraciones y destinar los recursos para ayudar a los damnificados. La moción fue aceptada por Macarena Ripamonti, quien, sin embargo, decidió mantener el espectáculo pirotécnico sometido a análisis técnico por especialistas del Ejército, debido a problemas de caducidad que implicarían graves riesgos al momento de su lanzamiento.
Contrastando con esta actitud de buen sentido, de respeto y de solidaridad dispuesta por la Municipalidad de Viña del Mar y, sin duda, ampliamente apoyada por la población, el alcalde de Valparaíso, Jorge Sharp, decidió insistir en su fiesta XL, incluso si no hay fuegos artificiales en la bahía. Fiesta que tiene costos. Pero, además, casi como un capricho infantil y en un gesto que parece un autoritario desafío, determinó contratar como animador al conocido conductor de televisión Julio Cesar Rodríguez, con un honorario de $15 millones.
Mientras algunos concejales rechazaron tanto la fiesta como el honorario de Rodríguez, en el municipio se insistió en que "se está preparando la mejor fiesta de Chile" y en la calidad del presentador. En lo puntual, sobre el costoso contrato de Rodríguez se puede afirmar que en la Región hay muy buenos presentadores; pero en lo general, el hecho de una fiesta de tres días, con elevado gasto, resulta un verdadero insulto, una bofetada, en momentos de duelo tras pérdidas humanas y materiales de gran significado. Se ha dicho que con ocasión de las fiestas y del incierto espectáculo pirotécnico se reunirán recursos para los damnificados. Es de esperar que se logren recursos, pero en el clima de desenfreno, en el terreno, es difícil obtener ayuda y comprensión para los que precisamente en ese momento están sufriendo e incluso vigilando los restos humeantes de lo que fueron sus viviendas y proyectos de vida.
En cuanto a las celebraciones mismas, ya se ha dicho que suponen un despliegue de carabineros, aun cuando exista seguridad privada. Esta demanda de presencia policial significa una recarga para fuerzas ya agobiadas por las tareas propias de fin de año y por la delincuencia y el comercio ambulante que por todos lados ataca en Valparaíso y Viña del Mar.
Y en último término, la autoritaria decisión de Jorge Sharp, junto con amagar el medioambiente y al maltratado Valparaíso, ahoga el sentido unitario y solidario necesario para la reconstrucción y, más bien, es un factor de división.