RELOJ DE ARENA Entre plomeros y gásfiter
La tarea de "Los plomeros de la Casa Blanca" es detener las filtraciones de documentos secretos desde la sede presidencial de Washington. Esta labor es abordada en una serie que llega a través de HBO y nos presenta con humor situaciones que estremecen la política de los Estados Unidos y del mundo, como fue el recordado Watergate, que terminó sacando a Richard Nixon desde el sillón del Salón Oval.
Detener filtraciones, en la vida real, importante tarea de los plomeros. No nos perdamos en las palabras, en Chile hablamos de gásfiter.
Plomeros, término de diccionario, pues antiguamente las redes de agua potable usaban cañerías de plomo para las conexiones. Se descubrió luego que el plomo es nocivo para la salud y fue prohibido. Se prohibieron además los soldaditos de plomo. A lo mejor usted tenía soldaditos y cureñas de plomo en su batería de juguetes y goza aún de buena salud. El plomo de las cañerías fue reemplazado por el cobre y ahora por un plástico o algo así. Sale más barato.
Para la misma maraña de cañerías en España se habla de fontaneros, pues antiguamente manejaban el abastecimiento de agua potable proveniente desde las fuentes.
En Chile, más agringados, tenemos una palabra muy exclusiva, el gásfiter. El origen está en la combinación de los términos gas, que se usa en castellano e inglés, y el verbo to fit, que entre sus muchas acepciones significa ajustar o adaptar. Así fitter es el ajustador. Y llegamos al gasfitter, término que se divulgó, simplificado, como gásfiter.
Origen porteño
Este giro idiomático se originó justamente en Valparaíso, en 1856, cuando se establece en la ciudad alumbrado público a gas. Se producía gas a partir de carbón mineral, carbón piedra, y se distribuía por la ciudad mediante cañerías de fierro que debían ser ajustadas, acopladas, unas con otras, tarea de los gasfitter, posiblemente ingleses y de ahí su denominación. Para eso usaban justamente una herramienta que todos conocemos, la vieja llave inglesa.
El sistema fue precursor en Chile y en Sudamérica y el servicio era entregado a la Municipalidad por una empresa formada por José Ramón y Buenaventura Sánchez.
El sistema, la modernidad misma, que era un salto desde la colonia, con farolitos con velas de sebo, se inauguró el 18 de septiembre de 1856 y estaba formado por una red de 700 faroles repartidos por toda la ciudad. El avanzado alumbrado, no era mágico, pues cada noche un farolero, suponemos funcionario municipal, debía encender manualmente cada uno de los faroles. Uno de estos faroles municipales aparece en el cuadro de Helsby "Paseo Atkinson". Lo puede ver usted en el Museo Baburizza.
Luego, en 1861, se establece en Valparaíso la Compañía de Consumidores de Gas, destinada a establecer un servicio domiciliario. Sería revolucionario también, pues servía para el alumbrado y para cocinar. El sistema de alumbrado con gas en las casas se mantuvo hasta entrado el siglo pasado. La empresa, con distintos nombres y propietarios subsiste hasta la actualidad y su éxito inicial se expresa en 1870 con una utilidad de $10.205.
Junto a este nuevo servicio, el primero domiciliario, anterior al agua potable, florece la venta de cocinas, cañerías y accesorios para el gas. Dimalow, le suena el nombre, era un negocio que ofrecía esos accesorios, al igual que la lamparería de Edwin J. Lawrence.
Florecen los artefactos y ahí aparecen también los instaladores, los gásfiter actividad vigente en la actualidad y que, del gas, origen de su denominación, se ha consagrado especialmente al agua.
Y ahí, como en el gas, es fundamental el tema del ajuste de las cañerías, del buen encaje, de la buena soldadura para evitar las fugas, los fatales escapes de gas, como aquel de calle Serrano.
Las eternas fugas
Y también nos encontramos con el tema de las eternas fugas donde escurren, gota a gota torrentes de agua, un derroche a veces silencioso en tiempos de crisis hídrica y de disputas por los derechos de agua.
¿Se ha medido alguna vez ese derroche? Se culpa del problema a las instalaciones sin mantención y también al gásfiter, ese muchas veces improvisado "especialista" que no domina los caprichos del agua que se filtra por cualquier resquicio.
Alguien dice que es más fácil encontrar un buen cardiólogo que un buen gásfiter. ¿Calumnia tal vez? El hecho es que un buen especialista en cañerías tiene tanta o más demanda que un médico y las listas de espera son largas.
¿Se acuerda usted del maestro Lucero de nuestro vandalizado edificio periodístico? Difícil era que hiciera una "atención a domicilio". Me cuentan que, en una importante empresa de Santiago, se repite el caso con el maestro gásfiter. A su tarea oficial suma una sobrecarga de pedidos particulares.
Y los ingresos en esa actividad no son malos. La demanda aumenta. ¿Está de acuerdo esa demanda a la oferta de carreras técnicas de tan necesaria especialidad? Interrogante pertinente a la que debemos sumar ese recelo social al trabajo manual, recelo que privilegia al cartón universitario que muchas veces languidece como improductivo adorno mural.
La verdad es que no asumimos la importancia de las filtraciones, de esas que le quitan al sueño a la Casa Blanca y también, estoy seguro, a muchas, muchas casas particulares. Se requiere del servicio de buenos plomeros, o mejor aún, como decimos nosotros, de un buen gásfiter.