Mayor prevención ante los tsunamis
El Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres impulsa un trabajo clave para educar sobre este tema.
El 8 de julio de 1730, a las 4.45 de la madrugada, un terremoto de magnitud 9 arrasó con las edificaciones del Chile colonial entre La Serena y Valdivia. El sismo también provocó un tsunami que barrió nuestras costas, con un impacto documentado en varios países, incluido Japón, aunque el daño más importante se produjo en Valparaíso y las zonas aledañas, donde el mar se elevó siete metros, inundando casas y fortificaciones del Almendral. En el sector costero de lo que hoy es Quintero, de acuerdo a las últimas investigaciones, el mar llegó dos kilómetros tierra adentro.
De allí viene la importancia del plan de nuevas tecnologías presentado por los expertos del Centro de Investigación para la Gestión Integrada del Riesgo de Desastres (Cigiden). Con el sugerente nombre de "¡Chile, territorio en Movimiento!", el programa ocupa modelos interactivos de simulación 3D, la gran mayoría de ellos diseñados por investigadores nacionales, para generar conciencia en la población frente a este tipo de emergencias. En su modelo de prueba, dado a conocer esta semana, Cigiden reprodujo el terremoto de 1730. La modelación virtual muestra que un maremoto de esas magnitudes inundaría prácticamente todo el barrio Almendral, llegando a lugares como la plaza Aníbal Pinto, el Congreso Nacional y alcanzando el perímetro de los cerros Concepción, Alegre y Cordillera. La primera ola llegaría a los 15 minutos de ocurrido el terremoto.
Esto significa que el trabajo de los especialistas no puede quedar reducido a labores educativas, por más que esa contribución sea vital para construir conciencia del peligro, sino que debe expandirse en el quehacer de las autoridades regionales, una de cuyas prioridades debe ser poner en marcha un plan preventivo en serio, con cientos de señalizaciones en el borde costero, ejercicios de simulacro permanente, información clara sobre las vías de evacuación y una autoridad visible y conocida encargada para coordinar el plan. Se debe retomar el impulso preventivo que surgió tras el terremoto de 2010 para construir una política de riesgo a largo plazo, que permita extender las acciones más allá de la autoridad contingente y vincularla a procesos paralelos claves en este ámbito, como el desarrollo urbano del borde costero regional.