Mauricio Lillo nunca pensó que la iniciativa que partió como un homenaje a su padre, se convertiría con el tiempo en un hito para los wanderinos.

La insignia gigante del Decano que el profesor pintó junto a su hermano y su hijo en una ladera del cerro La Cruz recibió ayer la visita de todo el plantel caturro, que compartió en el lugar junto a una treintena de hinchas y gritó un sonoro eseaene liderado por el lateral Víctor Retamal.

Como parte de las actividades por los 131 años del club, los jugadores realizaron un pequeño tour porteño que incluyó además la visita al jardín infantil Luna, de la Fundación Mena.

En el mirador El Vergel los futbolistas pudieron fotografiarse con hinchas y apreciar una vista privilegiada de la ciudad, además de conocer el sector donde se emplaza el escudo gigante.

El defensa Andrés Barboza destacó el encuentro con los porteños y manifestó que "estamos súper contentos de estar con nuestra gente, que merece esto, que se haga una actividad más distendida, porque a veces se genera mucha distancia cuando salimos del estadio y no podemos tener este tipo de conexión, así que me pone feliz por compartir este momento con ellos".

En la misma línea, el entrenador caturro Francisco Palladino agradeció las muestras de cariño que recibieron en el cerro La Cruz, porque además los incentivan a mejorar en la cancha.

A la hora de referirse a la iniciativa del profesor Lillo, quien pintó de forma autogestionada la insignia gigante, el DT señaló que "este tipo de obras destacan en el mundo entero, no es común esta acción y el hecho de que el plantel principal se acerque acá nos da mucha alegría, nos acerca a la gente y mientras más cerca estemos, más sentiremos el ADN wanderino, que es lo que todos queremos".

El defensa uruguayo se sumó a las felicitaciones para los hinchas que pintaron el emblema y señala que "es algo muy lindo ir por la rambla y mirar hacia la izquierda cuando vas a Playa Ancha y ver el escudo, es algo emocionante y que refleja la pasión que tiene el hincha hacia este club tan grande".

Lillo, el creador de este hito caturro, dice emocionado que tiene "el corazón súper inflado" por la identificación que ha generado su proyecto, que nació simplemente como una forma de darle un sentido a una quebrada olvidada.

"Lo lindo es que identifica a un pueblo, que no sólo es de Valparaíso, sino del mundo", reflexiona.

El profesor sueña con darle un perfil de mayor trascendencia a su obra, iniciando una campaña para que la insignia se mantenga en el tiempo: "Queremos que sea de pasto, con flores blancas, con una escalita para que se pueda visitar. Esto ya es un ícono, más encima el sector se convirtió en el ombligo de la ciudad".

La identificación de Wanderers con su gente es un fenómeno que impacta a Barboza, quien asegura que las personas que le describieron al club se quedaron cortos.

"Desde que llegué me han hablado muy bien de su gente, de su pasión y creo la verdad que se han quedado cortos por momentos con las referencias, porque la verdad es que colmaron y pasaron las expectativas que yo tenía. Felicito a todas estas personas por su pasión, por su amor a los colores, por apoyarnos partido a partido, jugando de local o extremadamente lejos nosotros los escuchamos cantar ya cuando estamos en el túnel", dice.

El entrenador caturro pone el acento en la motivación que significa este tipo de actividades pensando en el encuentro del domingo ante Universidad de Concepción.

"Realmente sabemos el partido que tenemos por delante, aunque recibir el cariño de la gente siempre es bien recibido. Nos eleva aún más el sentido de compromiso y responsabilidad que tiene el plantel", dice Palladino.

"Hoy, con una realidad diferente a la del inicio, todos somos más lindos, todos somos más rubios de ojos celestes, pero siempre mantuvimos una línea".

Francisco Palladino, DT de Wanderers

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