APUNTES DESDE LA CABAÑA ¿Qué pasa con nuestros noticiarios de televisión?
POR ROBERTO AMPUERO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO ESCRITOR, EXCANCILLER, EXMINISTRO DE CULTURA Y EXEMBAJADOR EN ESPAÑA Y MÉXICO
Inicio esta columna con una confesión. ¡Dejé de ver los noticiarios de la televisión chilena! ¿Por qué? Por extremadamente largos, entreverados y reiterativos. No me queda sino manifestarlo. Cuando lo comento a amigos, sus respuestas me dejan perplejo: hace mucho dejaron de verlos por lo mismo. Un médico sosegado como sabio oriental, me dice: "Duermo bien desde que dejé de verlos".
Por lo menos una hora duran nuestros noticiarios. ¡Una hora! Miro los de las cadenas alemanas ARD y ZDF, y allí bastan 12 a 15 minutos para informar de lo nacional e internacional. Y quienes deseen profundizar temas acuden a programas especializados, radio, prensa o internet. En la BBC, CNN International y la italiana RAI ocurre lo mismo. Los locutores leen noticias, los comentaristas comentan y los entrevistados son entrevistados. El lector lee las noticias sin convertirse en opinólogo ni aleccionador del espectador. Veo la española RTE y sus noticieros duran media hora. O los noticiarios de las democracias avanzadas o los nuestros lo están haciendo mal.
Me pregunto si la OCDE sugiere informativos sucintos, algo basado en buenas experiencias de países desarrollados. ¿Será posible pasar a otros programas el sensacionalismo, la crónica roja, lo anecdótico o misceláneas para no tener que soportar una hora de noticiarios que poco discriminan entre lo esencial y lo accesorio, y ofrecen un popurrí de temas? No propongo un "ministerio de la verdad", ni el noticiero cubano que sigue celebrando a Fidel, ni el de la extinta Alemania oriental, que no podía usar el concepto "el Muro". Sólo pido consideración hacia quienes deseamos informarnos a diario sobre el país y no podemos dedicar 30 horas mensuales sólo a eso.
¿Podrán segmentar por temas o bien acotar la hemorragia de temas tan diversos? Para saber de la discusión constitucional uno puede perder gran parte de esa hora viendo choques, asaltos, nuevas picadas, barras bravas, el romance de un futbolista, ajustes narco, el precio de la papa, otra víctima del cuento del tío… ¿Para qué seguir? Irrita también la reiteración en la descripción de hechos. Cuando reporteros informan desde el sitio del suceso sobre un choque o asalto -anunciado ya por el moderador central-, consultan a continuación a testigos del accidente, que cuentan lo mismo al parecer sin edición. Y a menudo se cierra la cobertura repitiendo otra cuanto ocurrió. Tal vez creen que los televidentes no entendemos. Sólo cambian los infaltables que pasan detrás del reportero haciendo señas a la cámara, preferible a ciertas tomas que se repiten hasta el cansancio.
Echo de menos a los moderadores que se limitaban a leer con buena dicción los hechos. Algunos intercalan hoy incluso la lectura con apreciaciones personales, y otros devienen interrogadores de un entrevistado, de modo que uno ya no sabe quién es el protagonista. Azora que mucha noticia o comentario se difunda con electrizante música de fondo. ¿Cuándo se borró el deslinde entre hecho y opinión? Nietzsche nos pena. Decía: "No hay hechos, sólo interpretaciones".
¿Cómo llegamos a esto? Algunos dirán que es culpa del neoliberalismo; otros que el rating manda, otros que hay que fidelizar a la gente, otros que cada país tiene los noticiarios que se merece. Da para foros. Mi aspiración es básica: quisiera sentarme al anochecer ante el televisor a ver en un tiempo prudencial -como en los países que admiramos- lo esencial sobre Chile y el mundo. Necesitamos la información televisiva, pero no al precio de tener que soportar durante una hora un bombardeo de imágenes, retórica y actuaciones, para terminar con la sensación de que ante uno se desplegó un aquelarre que deja apabullado y es débil en información esencial.
Pero no se trata de gustitos personales. Hay algo más: Temo que este estilo informativo cultiva una nociva desigualdad en el tejido nacional. "Veo noticieros sólo para saber que está viendo la gente", me dice un doctorado en Londres.
Otro conocido: "Los evito porque es muy poco lo que saco en limpio". Es evidente que quienes tienen mayor nivel educativo buscan la información en noticieros líderes a nivel mundial, muchos de los cuales transmiten también en español por sistemas pagados. Vale preguntarse: ¿Cómo impacta el popurrí informativo diario nacional (a lo largo de toda una vida) en la percepción de la realidad y la democracia entre los sectores vulnerables? ¿Se diferencia el canal estatal de los demás en esto? ¿Contribuye nuestro estilo tele-noticiario a la cultura cívica nacional?
Es evidente: El estilo tele-noticioso chileno difiere enormemente del de las democracias avanzadas. ¿Por qué? ¿Cuándo se produjo ese distanciamiento? ¿Es inmodificable? ¿Está vinculado al nivel cultural nacional? ¿Es el precio que pagan los canales para no sucumbir? ¿O es lo que quiere y se merece "la gente"? Mientras, muchos, con cierta tristeza, seguiremos eludiendo -en la medida de lo posible- los noticieros nacionales. Lo delicado es que toda sociedad libre y democrática necesita ciudadanos bien informados para conservarse y prosperar.