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-Les pega. Si el eje de la discusión es seguridad o economía, ellos llevan todas las de ganar. Representan la mano dura y la obsesión por el crecimiento. Pero si el eje es la corrupción de los poderosos y los abusos de la elite, llevan todas las de perder. Yo creo que deben tomárselo en serio. Evelyn Matthei está en la pole position y debería ganar en 2025, pero la derecha es famosa por hacerse zancadillas a sí misma y despilfarrar sus buenas chances.
-¿Coincide en que el Presidente cometió un exceso o error al hacer un giño a su sector y aludir a la formalización del abogado Hermosilla como caída de un "poderoso"?
-Depende. Evidentemente cometió un error desde el punto de vista institucional. Como diría Carlos Peña, no fue capaz de someter su propia subjetividad a las reglas, y las reglas sugieren que el Ejecutivo no comenta ni pautea ni anticipa lo que hace el Poder Judicial, más encima en una causa a medio camino. Pero creo que sus asesores le recomendaron salir a rayar la cancha, de tal forma que los chilenos entiendan que Boric y compañía siguen del lado de la rabia plebeya contra los abusos de la elite. Si se anticipa a condenar a los poderosos, automáticamente se pone en la vereda del frente, de los agraviados, junto al resto de los chilenos ordinarios. Hicieron lo mismo frente a las negligencias de Enel en Santiago: no arbitraron imparcialmente, se pusieron del lado del enojo ciudadano. El peor temor del oficialismo es que le hagan un estallido. Para evitarlo, hay que hacer todo lo posible para disociarse de los poderosos.
-Pese a la idea de un sector de que había que reformarlo todo, finalmente no hubo ni nueva Constitución ni reforma al sistema político. ¿Qué tan urgente es el cambio al sistema político? ¿Por qué cree que aún no se ha materializado y quién debe cargar con esa responsabilidad?
-Es una reforma importante porque destraba nuestra crisis de gobernabilidad. Pero hay diagnósticos en disputa: algunos creen que el problema es la fragmentación, es decir, muchos partidos en el Congreso; otros creen que el problema es la indisciplina partidaria, es decir, que los parlamentarios se mandan solos. Como siempre, la dificultad es que los que deben decidir sobre esto son los incumbentes, los que llevan velas en este entierro, y nadie legisla contra su propia estabilidad laboral. Habría que pensar en que estos cambios apliquen en un par de ciclos más adelante, ninguna posibilidad que apliquen para el próximo ciclo.
- ¿Cómo aprecia el clima del debate político para alcanzar acuerdo en la cosas fundamentales? ¿Ve espacio y cuáles serían esas cosas fundamentales en las cuales ve espacio y necesidad de hacerlo?
-Ingenuamente pensé que el rechazo a dos procesos constituyentes marcadamente adversariales, que se empeñaron en derrotar al otro en lugar de construir en común, incentivaría a los actores políticos a cambiar el switch, a abandonar la polarización forzada, moderar el lenguaje, deponer la carrera armamentista, buscar puentes en vez de dinamitarlos. No pasó. Después vino la trágica muerte de Sebastián Piñera, que tuvo a todo el ecosistema político hablando de las virtudes de una figura que se caracterizó por construir con, en vez de contra, los adversarios. Duró 48 horas. Podemos hacer muchos cambios en las reglas, pero sin un cambio de actitud será difícil generar la confianza que requieren los grandes acuerdos de largo plazo, los que forjan países desarrollados. Necesitamos una revolución espiritual, si me lo permite, a nivel de virtudes ético-políticas. Juzgar a los otros como nos gustaría ser juzgados, evitar tirar la primera piedra, interpretar la mejor versión del argumento contrario, dejar de inflamar el odio de la tribu propia contra la tribu ajena, abandonar la indignación impostada, abrazar la complejidad en lugar de las historias únicas.
- ¿Cómo complica ese escenario el ciclo electoral que parte en octubre o ya partió en términos estrictos? ¿Persiste un ambiente que alienta discursos antagónicos -como el de Republicanos y el Frente Amplio- o primará uno distinto, más tradicional, de acuerdos?
-En un escenario de polarización afectiva profitan los extremos. Así llegamos a la segunda vuelta de 2021, con un candidato a la derecha de la derecha tradicional, y otro a la izquierda de la izquierda tradicional. Esto no es necesariamente malo. La polarización a veces indica que había actores políticos que antes no habíamos visto o se había restringido su entrada a la competencia. Lo problemático es cuando la fuerza es solamente centrífuga, siempre hacia afuera, siempre hacia posiciones más radicales y mayor enemistad cívica. Ahí la cosa se complica porque aumentan los costos de la derrota, y crecen los incentivos a patear el tablero de la democracia. Por eso creo que sería bueno llegar a una próxima segunda vuelta con candidatas como Carolina Tohá y Evelyn Matthei. Significa que recuperamos cierta energía centrípeta, hacia adentro, hacia el centro.
-¿Qué ha observado en el Gobierno, y en especial en el Presidente Boric, tras el estallido de la crisis en Venezuela y los apoyos y reproches surgidos desde el oficialismo en Chile? ¿Se puede seguir gobernando y proyectándose junto a un PC que apoya a Nicolás Maduro?
-El presidente Gabriel Boric ha estado impecable. Nada que decir. Ha honrado la tradición democrática de los presidentes chilenos, que son más leales a las reglas del torneo que a los colores de la propia camiseta. Esa es la diferencia sideral entre Boric y Maduro. Yo creo que el PC lo entiende. Tienen una joya de presidente al lado de un tirano mafioso indefendible. Pierden demasiado en su tozudez. No cuesta nada abdicar de Maduro. Es un cacho.