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Cultura en libertad

Lo del Parque Cultural de Valparaíso ejemplifica la errónea concepción de progreso cultural.
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El Parque Cultural de Valparaíso se encuentra en una profunda crisis. Pequeños parches intentan solucionarla, pero ninguno se hace cargo del problema de fondo. Este es un caso de manual en Chile: proyectos con financiamiento deficiente que terminan en graves crisis y, muchas veces, derivan en el cierre de valiosas iniciativas artísticas. El problema es que la solución siempre pasa por pedir un salvataje pecuniario del Estado. Depender del financiamiento público sin generar suficientes recursos propios -sumado a una mala administración- difícilmente puede haber tenido otro final.

En ese contexto, parece necesario repensar la forma en que se produce, desarrolla y promueve la cultura. Generalmente, la gestión cultural se concibe como ajena a las lógicas de mercado, algo así como un "derecho social al arte". Bajo esa idea, el Estado es el encargado de financiar el arte y la cultura. Así la ciudadanía puede, supuestamente, acceder a espectáculos a bajo costo, accesible para todos, pero sin rentabilidad en el largo plazo. El problema es que el ámbito de la cultura no solo queda sujeta a los vaivenes del financiamiento estatal, sino que se vuelve una industria subsidiada en un alto porcentaje, con la consiguiente falta de incentivos que desarrollen de mejores maneras lógicas que incentiven el consumo.

Resulta necesario un cambio de paradigma, en que se fomente la participación privada en cultura, es decir, dejar de invertir en burocracia y pasar a invertir en diversidad. Con esto me refiero a poner el empuje y el dinero en las diversas manifestaciones creativas presentes en una sociedad plural como lo es la chilena, quitándole la posición de máximo jurado al Estado, entregándosela por completo a la sociedad civil.

No apelo a eliminar el aporte del Estado o el rol que este cumple para la subvención de proyectos, sino que potenciar el aporte de otros actores. Este debe arriesgar y apostar por la cultura con tintes más educativos, dejando los espectáculos culturales más populares a los privados, incentivando su financiamiento. Para mejorar la inversión en cultura, debe existir un cambio de perspectiva, cambiar la idea de "inversión en el arte", por "inversión en el disfrute de las artes", generando un ambiente social más propicio para el incentivo privado.

Un buen camino a seguir es el que ha llevado adelante Reino Unido. Los británicos, además de la existencia de una ley de mecenazgo - que en Chile existe, y que busca fomentar las donaciones culturales- se han encargo de crear distintas instituciones, públicas y privadas, cuyo objetivo es potenciar el desarrollo cultural fuera de los márgenes del Estado. Como el "Art funds", entidad cuyo fin es recaudar fondos en apoyo de diversas iniciativas artísticas particulares, o el think tank "Demos" que busca dar voz a diversos actores, entre ellos artistas, para dar a conocer sus proyectos y a así lograr su realización. Un ejemplo en Chile, aunque aún incipiente, es lo generado en espacios como los centros comerciales, donde existen teatros y espacios donde los artistas pueden presentar sus trabajos. Otro caso es lo aplicado por Metro, al permitir que distintos músicos muestren su arte en diversas estaciones.

Lo del Parque Cultural de Valparaíso, no es un caso aislado, sino que ejemplifica la errónea concepción de progreso cultural que tiene nuestro país. La cultura no avanza por tener o no un Ministerio, o si el Estado pone o no el dinero, sino cuando la sociedad permite desarrollar ambientes propicios para la creatividad, la libertad de expresión y el desarrollo económico. Ese debe ser nuestro norte.

Esteban Montaner Rodríguez

Analista, Fundación para el Progreso Valparaíso

El mito de Orfeo

No ha habido mejor ni más bella definición del literalismo, el positivismo y el absolutismo legislativo que estas palabras.
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Entre la infinidad de mitos creados por los griegos antiguos destaca, a mi juicio, el de Orfeo, que, como casi todos los mitos, en algo tiene su apoyo en la realidad histórica. La narración pertenece a Tracia. Aquélla cuenta que después de mucho tiempo, Orfeo, quien era un eximio compositor de canciones y ejecutor de la lira, había logrado conquistar el amor de la ninfa Eurídice. En el día de su matrimonio, la ninfa, al recolectar flores en el campo, fue mordida por una serpiente venenosa y murió. Orfeo tomó la decisión de ir a buscarla a los infiernos, a donde se dirige hasta llegar a la laguna Estigia, que los muertos debían traspasar conducidos por la barca de Caronte.

Por cierto, Caronte se niega a transportar a un vivo; pero el canto de Orfeo lo adormece y éste consiguió viajar a la otra rivera, en donde encontró a Plutón, el rey de los avernos, y a su mujer, Perséfone o Proserpina, a quienes pide el retorno de Eurídice a la Tierra. Perséfone se apiada y apoya la petición de Orfeo. Plutón hubo de acceder cuando finalmente decretó que Orfeo recuperara a su amada y se la llevara consigo, bajo una condición empero: que no la mirara antes de abandonar las cavernas tenebrosas del infierno, so pena de perderla eternamente.

El cantor inició su viaje de retorno; pero antes de regresar a la superficie entró en dudas de si acaso le siguiera Eurídice; y sin poder resistir más, tornó su cara hacia la mujer, la que entonces fue conducida de nuevo al abismo ante la desesperación de Orfeo, quien debió retornar solitario a la tierra. Se le apareció Apolo, e invitó al músico a ascender con él a las estrellas, para alcanzar la felicidad eterna

En la Época Moderna, Claudio Monteverde (1547-1653) escribió una "favola in musica" con este argumento y la pieza es considerada por los especialistas como la primera ópera. La bellísima versión de Monteverdi fue seguida por varios otros compositores posteriores; entre ellos por Christoph Willibald Gluck (1714-1787), cuya versión tiene esto de particular en contra del mito clásico: que, después de haber mirado Orfeo a Eurídice, en vez de retornar ésta a los infiernos, volvió con su amado a la tierra: un final feliz, muy propio del siglo de las luces.

En nuestros días, la ópera de Monteverdi ha sido puesta en escena óptimamente por el austriaco Nikolaus Harnoncourt y el español Jordi Savall; pero la versión de este último es superior por su elegancia.

Una de las cosas sorprendentes del mito clásico es la decisión de Plutón en orden a permitir el regreso de Eurídice bajo la condición de que Orfeo no la mirara antes de abandonar los infiernos.

El libretista de Monteverdi, llamado Alessandro Striggio, percibió muy bien el sentido de este episodio cuando puso en boca de uno de los espíritus infernales encargados de recibir y aplicar la orden de Plutón, unas palabras que implicaban la total adhesión a la orden sin investigación de su razón ni sentido. No ha habido mejor ni más bella definición del literalismo, el positivismo y el absolutismo legislativo que estas palabras.

Alejandro Guzmán Brito

Catedrático de universidad, abogado

Ejemplos de acuerdo que llegan de Australia

Con desafíos similares a los que enfrenta hoy Valparaíso, Sydney ha logrado liderato mundial en avances en mejoras en la calidad de vida. Dirigente Michael Rose plantea que "es muy importante tener un acuerdo social respecto al tipo de lugar en que la gente quiere vivir". Y da cuenta de un punto básico, la necesidad de contar con el "apoyo de toda la gama política".
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En el marco de la presentación de un estudio de la Cámara Chilena de la Construcción para el desarrollo de Valparaíso, se conoció la experiencia de la ciudad australiana de Sydney. Los asistentes presentes en el seminario desarrollado en el Hotel Sheraton, escucharon con interés a Michael Rose, director del Committee for Sydney, ente creado para acometer los problemas de esa ciudad.

Uno de los puntos clave que destacó Rose es que se trata de un grupo amplio, participativo, de 150 representantes de todos los sectores de la ciudad, empresas, mundo académico, instituciones culturales, agencias oficiales y departamentos del Gobierno. El trabajo de este grupo se articula a través de un jefe ejecutivo y un consejo directivo. Además, destacó que había acuerdo en cuanto a que "el sistema (la ciudad) no estaba funcionando y que había que tratar de hacer algo nuevo".

Y tras ese diagnóstico, que podría aplicarse perfectamente a Valparaíso, el dirigente planteó que para llegar a acuerdos que permitan una solución "hay que tener personas fuertes que lideren el proyecto y encabecen las ideas… no puede haber una discusión emocional, sino que debe estar basada en evidencias".

Agregó que "es muy importante tener un acuerdo social respecto al tipo de lugar en que la gente quiere vivir". Y da cuenta de un punto básico, la necesidad de contar con el "apoyo de toda la gama política, pero en el comité no hay políticos".

Y tiene razón en ese punto, es necesario para abordar los problemas contar con una base política amplia, buscando consensos y evitando que divergencias doctrinarias internas resten fuerzas al objetivo común de trabajar por la ciudad.

La labor del comité que representa Rose ha tenido como resultado de 20 años de funcionamiento llevar Sydney a los primeros lugares del mundo en calidad de vida. Al respecto, Ricardo Abuauad, arquitecto, director del estudio de la Cámara de la Construcción, destacó que Valparaíso y la ciudad australiana presentan una serie de paralelos, problemas y desafíos bastantes similares y agregó que "varias de las soluciones que estamos proponiendo en el estudio fueron implementadas allá, como la planificación integrada".

Sin duda las experiencias extranjeras son valiosas, pese a diferencias culturales y de recursos, por tanto es importante considerar la exitosa tarea desarrollada en Sydney, como también se observa con admiración a Barcelona.

Una mirada local, sin embargo, exige voluntad de acuerdos ante eternas discusiones, que muchas veces parecen no tener un final, con una participación sin exclusiones y, a la vez, desarrollar políticas y herramientas de acción, como el comité australiano, que tengan representatividad y continuidad en el tiempo, más allá de coyunturas doctrinarias donde prima la ansiedad y hasta el mesianismo.

¿Habrá interés en lograr algo como lo realizado en Sydney?