Las ciudades errantes
Navegan pesadamente a través de los mares soñados
alzan sus minaretes de diamante en torno a las cúpulas dormidas
sus atalayas donde el vigía aún espera al enemigo del desierto
sus recuerdos de polvo y sangre que nos asombran por su color inmutable
Ellos tenían obscuros sótanos y entre todos discutían las leyes permanentes
las leyes mágicas que otras caravanas extenderían por el mundo
Yo te dije partamos
y esa noche arrendamos un bote de coral y un címbalo mordido por el tiempo
y entre la sombra y la pared de adobe nos fuimos quedando ciegos
derritiéndonos bajo el calor de la ciudad bajo el calor ululante de la ciudad
Estamos en verano y los dientes del sol se aceitan en el alquitrán de santiago
de chile de donde diariamente queremos huir hacernos topográficos
puntos del páramo verde perspectiva de colina verde
de donde diariamente los ojos borronean los puntos cardinales las selvas
brasileñas los vientos sahareños los gritos de protesta no gritados
estamos en verano y tomamos cerveza en los bares del centro
Por sus bordes los peces saltaban renacían las ansias subían al levante
las escamas niquelaban los muelles por donde descendía el vino del
crepúsculo
las mujeres corrían con alcanfor y mirra a esperar el retorno del guerrero
otras ciudades habían caído la guerra proseguía victoriosa los aviones
zumbaban en el panal del miedo
la piel se retorcía
Yo te dije ya es la hora
y nos subimos a un tren de cuarta clase y estuvimos largo rato solos sin
detenernos a mirar la vida entre cigarrillos que se prendían
se acumulaban en el pasillo entre vendedores de miradas oleaginosas
entre leyendas de monstruos fulgurantes y caricias
Ellos piensan borrosamente en los límites hacia el mediterráneo cubiertos
de escamas metálicas centelleantes y luminosos
escribirán la historia o no la escribirán pero estarán pensándolo y traerán
copistas para llenar las páginas doradas
navegan las ruinas entre los páramos nebulosos con las jarcias torcidas
por los siglos
cubiertas de óxido rojizo tendidas dislocadas desgastándose cubriéndose
de olvido de asesinos
Nuestra ciudad empieza a hincharse de turistas los sonajeros de lentes
fotográficos cuelgan agobiados las veredas transpiran extranjeros
No me miraste mientras corríamos entre médanos y dunas entre
poblaciones de arena derritiéndose entre granos de arroz quemándose
retorcidos
no me miraste pero pensaste está loco y a cada paso la duda te acariciaba
y se fijaba más obsesionante y te repetías sin mover los labios y hasta
sonriendo está loco y tus pisadas zigzagueantes formaban frases de
protesta en esa arena ya sin color casi medular casi extraña a toda
forma terrestre y caminábamos buscando sin sentido hacia delante un
adelante que era atrás o al lado que era cualquier parte y tú sonriente
y temblando de terror y caminábamos buscando en la blancura
interminable los muros y el vigía que nos aguardaría para anunciar los
enemigos a su pueblo acechándonos hacia el desierto donde la nave
erizada de torres se bamboleaba y después se hizo todo más fácil
hasta avanzar repitiendo lo mismo uno al lado del otro
no me miraste pero ya no era posible detenernos y no pude articular palabra
Los hombres que trabajan se han parado y beben esperando el domingo
leo el diario en la esquina mientras pasa la muerte y el tecleo es más rápido
Ellos tienen mendigos auténticos y no es necesario sacarles los ojos
ellos entierran a los muertos y no los devoran glotonamente ni se ponen
máscaras para recibirnos
ellos recorren las estrechas callejuelas de sus ciudades sepulcrales aullando
de furor o riendo de tristeza mientras el polvo las cubre para siempre
las ciudades bajan las velas y anclan en cualquier lugar del tiempo mientras
el polvo las cubre para siempre
Ya te dije ya es la hora
y nos tocamos mutuamente para despertarnos y empezar a sonreír
Poema del libro "Historias del Reino Vigilado"
Por Naín Nomez