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ENTREVISTA. Jorge Navarrete, abogado y columnista:

"La debacle de la oposición es un gran costo para Chile y su democracia"

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Patricio Tapia

Similar entusiasmo le ha dedicado a dos de sus pasiones más marcadas el abogado y columnista Jorge Navarrete, conocido como "Pirincho". En la más reciente, como piloto civil, intenta alejarse del suelo y volar cada vez que puede. En la segunda, la política, se permite sobrevolarla para opinar, pero manteniendo los pies bien puestos en la tierra. La política es una inclinación antigua, a la que Navarrete se ha entregado como militante (por cerca de 25 años lo fue en la Democracia Cristiana), como actor (fue subsecretario general de Gobierno con Ricardo Lagos, entre otras funciones) y como observador y comentarista, mediante sus opiniones en diarios y radio.

Cuando Navarrete renunció al partido democratacristiano en 2013, señaló que su única militancia sería la centroizquierda. Desde hace un tiempo diferentes formas de incertidumbre se han presentado en ese sector del espectro político (la izquierda y la centroizquierda), tanto en Chile como en Latinoamérica, desde un cuestionamiento a sus postulados ideológicos hasta las tiranteces en la configuración de conglomerados, sea electorales o de gobierno u oposición.

En Chile, muy recientemente, ha existido una verdadera crisis dentro del Partido Socialista, con fuertes divisiones internas y acusaciones (el fin de semana pasado el comité central reeligió a Elizalde como presidente, pero la disidencia no se sumó a la mesa directiva). Y también recientemente, el informe que Michelle Bachelet presentó como alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos sobre la situación de Venezuela, presenta una sombría situación de ese país: cifras terribles de violencia y muerte, así como la denuncia de los métodos de la policía política y los grupos de represión del régimen conocidos como FAES (Fuerzas de Acciones Especiales), todo lo cual tiene una incidencia negativa sobre la izquierda latinoamericana, generando incluso reacciones contradictorias en nuestro país. Que el informe de Bachelet provenga de una figura importante de la izquierda política de la región, a quien muchos han considerado simpatizante del chavismo, dificulta su cuestionamiento.

Sobre estos temas, sobre la oposición en Chile, sobre las posibles figuras presidenciales y algunos aspectos institucionales, entre otras cosas, conversa Navarrete.

-¿Le sorprendió el Informe Bachelet sobre Venezuela? Dice cosas que hasta los opositores a Maduro no decían…

-Me sorprendió por varias razones. Primero, porque no es el lenguaje habitual de los organismos internacionales, los que generalmente abusan de la narrativa diplomática y los eufemismos. Este fue un dictamen claro, categórico e inapelable. Segundo, porque lo firmó Bachelet, una mujer de izquierda, la que más de alguna vez -siendo Presidenta incluso- relativizó los atropellos a los derechos civiles y políticos que se daban en otros regímenes de ideas políticas afines. Por lo mismo, la señal es contundente para el mundo que ella representa.

-¿Y le sorprendieron las tensiones que ha generado en la política interna chilena?

-Para nada, siendo Bachelet un ícono de la izquierda chilena y latinoamericana, su informe es una fuerte señal y un desafío para ese sector político, el que se ha visto interpelado y enfrentado a una realidad que muchos negaban o justificaban. Adicionalmente, y mientras la ex Presidenta sea una de las figuras políticas mejor evaluadas en Chile, todo lo que diga y haga tiene repercusiones internas; tanto en lo que se refiere a sus adherentes, como también a sus detractores. Su acción incomodó a la izquierda, pero también descolocó a la derecha.

-Más en concreto, ¿qué le parecen las posturas del Partido Socialista, el Partido Comunista y el Frente Amplio?

-Hay una buena recepción del informe. Los sectores más democráticos de la izquierda hace un buen tiempo ya se habían distanciado del chavismo y el régimen venezolano. Valoro además la reacción de Beatriz Sánchez y la de los líderes del Frente Amplio. Incluso en el caso del Partido Comunista, dirigentes más jóvenes, como Camila Vallejos, han mostrado un esperanzador giro en esta materia, aunque Teillier y toda esa gerontocracia del PC sigan anclados en un nivel de fanatismo e ideologización tal que les impide reconocer lo evidente o, todavía peor: que, viéndolo, igual persisten en sostener una mentira propia de la propaganda. Mirado así, Teillier y Hermógenes Pérez de Arce son dos caras de la misma moneda.

-¿Cuál debería ser, en su opinión, la evolución de la centroizquierda chilena en torno al tema Venezuela?

-Espero que se vaya consolidando un proceso en el cual, cualquiera sea nuestra opción política, seamos capaces de concordar en la importancia civilizatoria de contar con democracia sólidas, el respeto por los derechos humanos y que no existe ningún objetivo político, económico o social, que justifique sacrificar la libertad y dignidad de las personas. Eso vale tanto para la izquierda como para la derecha.

-El drama venezolano tiene otras aristas. ¿Considera que ha sido bien o mal llevada la situación migratoria venezolana en el norte chileno?

-El gobierno de Piñera terminó por dinamitar la última política de Estado que nos quedaba en Chile y que se refiere al manejo de nuestras Relaciones Internacionales. Ya desde la campaña electoral con el slogan de "Chilezuela", para después pasar por el bochorno de retractarnos en el Pacto Migratorio o el show que se armó en Cúcuta, rápidamente nos dimos cuenta que al igual como tantas veces criticamos a otros países de la región, nuestra política internacional terminó siendo un territorio de disputas y pequeñas ventajas internas. Y eso, sumado a la improvisación, llevó a una grandilocuente invitación a la inmigración venezolana, de la cual ahora el Gobierno se retracta, generando un drama humanitario en la frontera.

-¿Cómo ve el estado de la oposición en Chile?

-Lamentable, en franca descomposición y ni como una pálida sombra de esa coalición que gobernó Chile de manera exitosa por tantos años. Frente a la ausencia de un diagnóstico común y de un mínimo programático que le permita afrontar de manera coherente y consistente a la opinión pública, lo que vemos son arrebatos individuales, en ausencia de toda posibilidad de seducir y convocar a los ciudadanos tras una mayoría social y política que pueda volver a gobernar en Chile. La debacle de la oposición es un gran costo para Chile y su democracia.

-¿Considera posible que existan alianzas o coaliciones amplias como fueron la Concertación o la Nueva Mayoría o piensa que las habrán de centro y de izquierda, sin unirse?

-Es difícil todavía saberlo, pero mi apuesta es que habrá al menos dos oposiciones. Una, representada por una izquierda socialdemócrata, más moderada y liberal, y otra, representada por una tradición de izquierda más vanguardista y radical. Y esa división no necesariamente será entre partidos, sino incluso al interior de los mismos, quedando pendiente entonces un reordenamiento de la nueva política de alianzas al interior de la oposición, incluso con el fraccionamiento o división de los partidos que la componen.

-¿Tiene la izquierda la posibilidad de levantar una opción de gobierno?

-Tal como están las cosas, la respuesta es no. No al menos de manera competitiva para las próximas elecciones presidenciales. Hoy por hoy, la disputa por la hegemonía al interior de la oposición, de la izquierda para ser más precisos, hace que esas divisiones -personales, ideológicas y generacionales- sean lo suficientemente fuertes para no subordinarse, por ahora al menos, en torno a un proyecto unitario. Sería raro ahora abrazar al padre que por tanto tiempo se ha querido matar, o al menos jubilar.

-¿Ve como una solución lo que ocurrió con la mesa directiva en el Partido Socialista, que sigue dividido?

-Ahí no se ha solucionado nada, no se ha entendido nada, y menos se está en vías de corregir nada. Es tal la envergadura de la crisis, que los principales protagonistas han quedado completamente superados. Pero incluso frente a la flagrancia de la gravedad de los hechos, el primer instinto es minimizar lo ocurrido, poner por delante las opciones de los lotes internos, atrincherarse en las pequeñas cuotas de poder y cegarse en las disputas personales. Es tan triste como patético, y temo que la fractura sea irreversible.

-¿Podría haber figuras socialistas que podrían ser una buena opción presidencial?

-Depende qué significa "buena opción". Si por aquello entendemos una figura competitiva electoralmente a nivel nacional, que pueda afrontar la crisis interna y liderar una convocatoria al resto de la oposición, creo que no hay nadie. Si en cambio están pensando en salir del paso, para intentar sólo flotar en la corriente y pasar con algo de dignidad, quizás Insulza es un buen nombre. Pero si quisieran de verdad hacer una apuesta a mediano plazo, aunque eso significara perder ahora para ganar después, Landerretche es lo más interesante de lo que se ve en la vitrina socialista.

-¿Tiene José Antonio Kast alguna posibilidad de ser presidente?

-No en la próxima elección, pero ya veremos en la siguiente. Si es nuevamente candidato presidencial, le irá mejor que la vez anterior, pero no pasará a segunda vuelta. Cuando uno se toma en serio la tarea de sembrar, no puede pretender cosechar todo de inmediato. Por lo demás, más que por ahora ser Presidente, el objetivo de Kast es representar una opción política y cultural que estuvo por un tiempo silenciada y avergonzada.

-¿Y Lavín?

-De no mediar un evento extraordinario, es muy probable que Lavín sea el próximo Presidente de Chile.

-Aunque dicen que ella no "quiere", Bachelet asoma nuevamente como opción presidencial. ¿Lo cree posible?

-La virtud de Bachelet, además de su buena evaluación, es que se constituye en la única persona que en segunda vuelta podría congregar los votos desde lo más moderado de la oposición, hasta sus extremos más radicales, y así ser competitiva frente a Lavín. Con todo, creo que sería un desastre para la necesaria renovación que debe existir en la ex Nueva Mayoría y una señal muy compleja para la densidad de nuestra democracia, al pretender turnarse el poder entre Bachelet y Piñera por tercera vez.

-En el aspecto institucional, ¿qué opina del informe de la Cámara de Diputados sobre el Caso Catrillanca?

-El Gobierno cometió varios errores y algunos muy graves. Con todo, soy de los que rescata la frontalidad con la que se abordó este tema, tanto en lo que se refiere al reconocimiento de los hechos, como a las decisiones que tempranamente se tomaron en Carabineros. Quizás faltaron muchas cosas por hacer, pero ciertamente se actuó mejor, de manera más diligente y veraz, de lo que vimos en varios gobiernos de centro izquierda frente a hechos similares o incluso peores. En la historia de los gobiernos de la Concertación y la Nueva Mayoría, hay más razones para avergonzarse que para enorgullecerse, en lo que se refiere a la protección del pueblo Mapuche frente a las fuerzas policiales.

-¿Y qué le parece la suspensión de la investigación en contra del excomandante Humberto Oviedo por el Tribunal Constitucional?

-Una decisión que pese a sus eventuales fundamentos jurídicos, consolida la sospecha frente a una instancia jurisdiccional que ya no sólo se limita a reinterpretar las decisiones del Congreso, sino que ahora protege a personas respecto de las cuales existen graves presunciones de haber faltado a la probidad. Como sea, ley pareja no es dura, y espero que se juzgue con la misma vara a todos los ex generales del Ejército que actualmente están siendo investigados.

"El gobierno de Piñera terminó por dinamitar la última política de Estado que nos quedaba en Chile y que se refuere al manejo de nuestras Relaciones Internacionales" "La virtud de Bachelet, además de su buena evaluación, es que se constituye en la única persona que en segunda vuelta podría ser competitiva frente a Lavín"

jorge navarrete militó en la democracia cristiana hasta el año 2013.