LECCIONES DEL INCENDIO DE NOTRE DAME EN PARÍS
Mañana se cumplen tres meses de ocurrida la catástrofe en Notre Dame y ya hemos podido ver que se ha oficializado su primera misa. Es que la destrucción de su techumbre ha evidenciado la precariedad de la conservación del patrimonio construido; la complejidad de batallar contra la naturaleza de la materia es una tarea que la cultura occidental ha establecido como un principio ético que mide la calidad del desarrollo humano.
Sin embargo, este es sólo un aspecto del problema. El patrimonio no es sólo conservación; el patrimonio constituye un conjunto integrado de bienes culturales que sostienen la identidad de un pueblo, constituyen una matriz viva. Notre Dame es un edificio vivo, una iglesia central en la espiritualidad francesa, no sólo un artefacto de los circuitos turísticos.
El turismo de desastres agolpa la ribera izquierda frente al monumento incendiado. Se evidencia que Notre Dame está sola en la ciudad; pocos lugares sociales permiten convivir con este lugar monumental: el Quai de Saint-Bernard, en la ribera izquierda, frente al campus de la Universidad de París, es el único lugar social donde puedes compartir la vida cotidiana con este lugar simbólico. La inmediata reacción en favor de la reconstrucción pone en evidencia la necesidad de crear esa proximidad. No en vano, la Municipalidad de París esta trabajando en un plan de recuperación de los usos públicos en las riberas del Sena; por ejemplo, para liberar la autopista de la ribera derecha y transformarla en un paseo de fin de semana o equipar los muelles de la ribera izquierda para reforzar el uso público. A la luz de este desastre, parece el camino indicado.
El incendio de Notre Dame demuestra que la puesta en valor del patrimonio no depende de la conservación material de un edificio. París ha puesto la gestión del patrimonio en el centro del desarrollo económico y social de la ciudad. Es probable que el proyecto de recuperación de Notre Dame implique su restauración, pero será la oportunidad de iniciar un proceso de mejora urbana que incremente la calidad de vida del centro de la ciudad. En Chile, la Política Nacional de Desarrollo Urbano coloca al eje de identidad y patrimonio junto a los ejes de desarrollo económico y equilibrio ambiental. Mirando nuestro propio contexto, parece que estamos en la línea correcta, siempre y cuando asumamos la gestión del patrimonio desde la perspectiva más global que ofrecen nuestras propias políticas.