"Más que incendiar las instituciones, la salida sana a la crisis es desmonetizar algunos flujos"
Un nuevo partido del orden, que haga algunos cambios pero tampoco muchos, será a juicio del economista y escritor, Carlos Tromben, la vía más probable por la que se encauce la actual crisis político social. Una apuesta que va en la lógica del gatopardismo que permea a la clase política y empresarial chilena.
Tromben acaba de publicar "Breviario del neoliberalismo" -el primero de la colección Panfletos de Mandrágora Ediciones- donde repasa las claves del modelo neoliberal. El texto surgió tras una conversación poco antes del estallido con el periodista y editor, Marcelo Mendoza. "Cuando la crisis explotó estuve durante dos semanas tratando de bajar a tierra reflexiones que venían desde antes, como la naturaleza de los mercados financieros, y que devienen de 'Crónica secreta de la economía chilena', de hace 3 años, donde ya estaba el concepto de la banca y el sistema financiero como una máquina del tiempo que trae dinero desde el futuro", comenta.
-¿Cómo construyó la metáfora?
-Puro empirismo de mirar las cifras, los flujos. Pero a diferencia de lo que ocurrió en Francia en la revolución del 1848, el modelo neoliberal cortó al Estado del Chile la posibilidad de endeudarse y se estableció la austeridad fiscal como una regla de oro para dejar el espacio del endeudamiento a los particulares: empresas y personas. Al Estado chileno se le prohibió traer dinero del futuro como sí ocurrió antes porque desde Aguirre Cerda en adelante se trajo mucha plata del futuro pero siempre con mucha responsabilidad de no sobrepasarse. Si hasta Allende estaba preocupado de que no se produjera un default financiero.
-En el libro afirma que el estallido se engendra hace más de 26 años con los orígenes del modelo. ¿Era inevitable?
-Absolutamente. Por las características casi extremas del modelo. Alguna vez alguien dijo que Chile era como la Corea del Norte del neoliberalismo porque no tiene elementos moderadores como sí los hay en otros países.
-Funcionamos con la plata del futuro. La pregunta es ¿se puede cambiar un modelo que permea toda la institucionalidad?
-Es una aspiración, una expresión de deseos. Pero más allá de lo factible de si se puede o no cambiar es ¿qué va a pasar? Puede ser una repetición cíclica de lo que se viene produciendo hace 200 años.
-¿Y qué viene?
-La articulación de un nuevo partido del orden. Los modelos económicos, todos, descansan en un partido del orden que está dentro del sistema. Un partido del orden que se articula para defenderlo y en la pasada defender sus propios intereses. Por ejemplo, eso ha pasado en todas revoluciones francesas. Bueno, los partidos del orden -donde lo que va cambiando son sus integrantes- hacen algunos cambios, pero nunca se vuelve a la situación original.
-Los procesos tienen inicios auspiciosos, desarrollo con más o menos énfasis, y final. ¿Estamos viviendo el final de nuestra condición de ser la Corea del Norte del neoliberalismo?
-Sí, porque la postura tan entregada a las lógicas de mercado ya no es sostenible. Es difícil que se produzca una revisión total, pero dejaremos de ser esta Arcadia que fue tan celebrada en su momento.
-En el texto establece también el concepto del policía bueno, que vendrían siendo los reformistas, y el policía malo que en su momento fueron los militares o la extrema derecha. ¿Cómo define el reformismo que de alguna manera define a Chile?
-El reformismo ha sido súper importante en distintos periodos históricos. En 1924 el impulso reformista lo dieron los militares y en los 60 el reformismo llegó con la DC y la reforma agraria que se extrema un poco con Allende. Ahí se produjeron tensiones para construir un Estado más grande, pero siempre bajo los principios reformistas. Por eso siempre me he preguntado ¿hasta dónde el gobierno de Allende fue un experimento marxista leninista o un reformismo de carácter jesuita? Porque en ese tiempo los jesuitas jugaron un rol muy importante.Ahora el reformismo es modificar para conservar, es gatopardismo, es sensato, es prudente y es muy chileno. Pero también es muy chileno mandar a la cresta y que explica lo que está pasando y por qué quieren destruir la estatua de Pedro de Valdivia. En Chile hay cierta bipolaridad.
-Señala que muchos de estos ciclos terminan con intervenciones militares. ¿Existe ese riesgo?
-No. La salida va a ser moderada y la salida más lógica para que acabe este estado de alteración es un nuevo partido del orden. Veamos lo que dijo Bernardo Larraín en la Sofofa o Javiera Parada. Yo veo una salida estilo italiana. Una socialdemocracia nueva con otros rostros, que igual es gatopardismo. Me atrevería a decir que ya están pensando cómo construir este nuevo partido del orden.
-Hoy tenemos a los partidos con una aprobación del 2%. Se anuncia una propuesta para integrar a los independientes y las principales figuras se salen a los 9 días del proceso porque cuestionaron a algunos integrantes de ser operadores políticos.
-La tensión que se produjo ahí está dada entre los operadores de la política y los ciudadanos que son muy ingenuos respecto de las prácticas de la cocina política, de la trastienda. Y es inevitable que personas de buena voluntad, como James Hamilton o Claudio Narea, quieran recuperar la política para la ciudadanía pero no tienen los códigos.
-Como economista ¿el neoliberalismo es malo per sé o como se aplica?
-El neoliberalismo se instala desde el sector financiero para generar rentas provenientes de la financierización de toda la vida de las personas: de la salud, la vejez, la educación, el agua. Todo lo que tenga un flujo financiero. Eso genera rentas y éstas son apropiadas por los dueños de esas empresas financieras. Eso tiene un vector de crecimiento importante en un inicio, porque lo que estaba quieto se transforma en mercado, y ese mercado genera ganancias. Pero pasado un tiempo hay un rendimiento marginal decreciente de la ganancia y cuando el mercado se va ralentizando, hay que inventar otro; por eso siempre está expuesto a burbujas de activos con bienes raíces o acciones. El liberalismo per sé está expuestos a eso y el neoliberalismo aún más porque es más breve el ciclo de ganancias. Entonces la superación del modelo sólo es política. El peor de los sistemas crea sus propios antagonistas: precarizados que tienen la capacidad hoy de organizarse a través de las redes sociales.
-¿Hay una alternativa al modelo?
-Hay alternativas. Por ejemplo monedas complementarias que surgen en países que han sufrido fuertes recortes o recesiones como Argentina, Grecia o Portugal, y hay espacios de intercambio no monetizados a través de monedas digitales. La tecnología tiene mucho que aportar. Por eso la salida sana a todo esto, más que incendiar las instituciones, es desmonetizar algunos flujos, en la manera en cómo adquirimos cosas, de cómo nos vestimos, nos alimentamos, cómo construimos casas.
-Eso implica un cambio cultural.
-Sí. Dejar de ir a los mall, por ejemplo, y priorizar los almacenes de barrio. Pero no me plantearía este tema en una dualidad de pura competencia o pura colaboración. No puede ser una solidaridad obligada o una economía planificada por el Estado porque eso ya fracasó. El futuro pasa por una convivencia de ambas cosas. Lo que ha llevado a este callejón sin salida es la extrema cartelización financiera, la colusión, la falta de competencia. Eso es lo inviable, no el intercambio capitalista en sí y hay un factor coludido con la política porque son esas pocas pesqueras, esos pocos retail, esos pocos bancos, esas cadenas de farmacias las que financian la política. Y esa política no nos puede dar una salida creíble; por eso digo que viene un nuevo partido del orden que se la jugará un poquito al principio y después vendrá otra generación que volverá a protestar. Son ciclos.
-¿Que rol juegan las redes sociales?
-Sin redes sociales, sólo con las herramientas que existían antes, esto habría terminado en dictadura. Ahora, si esto no redunda en un partido del orden que se haga cargo, la generación que va a relevar a estos manifestantes jóvenes de primera línea será aún peor. Y va explotar el 2025 con chicos aún más ultrones sin miedo a nada. Así que vámonos poniéndonos las pilas. Pero en la derecha hay una tendencia primero a estigmatizar y un terror a verse débiles y conciliadores. Y es esto lo que escaló la crisis a estos niveles. Si hubiese habido el antiguo elenco reformista habría sido distinto y habrían dicho "sentémonos a dialogar".
-¿Habría sido mejor?
-O peor, no sé, pero otra forma.
"La superación del modelo sólo es política. El peor de los sistemas crea sus propios antagonistas: precarizados que tienen hoy la capacidad de organizarse a través de las redes sociales"
"No me plantearía este tema entre una dualidad de pura competencia o pura colaboración. No puede ser una solidaridad obligada o una economía planificada por el Estado porque eso ya fracasó. El futuro pasa por una convivencia entre competencia y colaboración".