La feliz historia del seremi subrogante
La labor de Jaime Jamett a cargo de la secretaría regional ministerial más delicada de los últimos tiempos debiese ser extendida a otras funciones. ¿Habrá finalizado su labor? ¿Qué hay del regreso a clases? ¿Quién mejor que Jaime Jamett para llevar a cabo esa delicada misión en la cual no sólo se juega la salud, sino también el futuro de nuestros hijos?
Esta semana dejó su cargo de seremi de Salud, después de una intensa subrogancia de más de dos meses, el cirujano dentista y especialista en ortopediatría Jaime Jamett Rojas, quien llegó al gabinete regional el 25 de mayo de este año, tras la baja obligada por contagio de covid-19 del titular Francisco Álvarez.
Director de Servicios Clínicos de la Universidad de Valparaíso y seremi de la misma cartera durante la primera administración del Presidente Sebastián Piñera y el intendente Raúl Celis, Jamett fue convocado para la emergencia por expresa solicitud del exministro de Salud, Jaime Mañalich, y de su subsecretaria, Paula Daza, capítulo en el cual cabe reconocer la generosidad de la Universidad de Valparaíso y su rector Aldo Valle, quienes entendieron perfectamente el verdadero rol de la función pública en sus facultades. Y aunque Jamett siempre repitió su política de que "un cargo como éste, sólo debe ejercerse una vez", aceptó sin remilgos la delicada misión que se le encargó.
No la tuvo fácil. Su llegada coincidió con los peores índices sanitarios de la pandemia, la letalidad más alta del país (casi el doble de la media nacional), un brote en su repartición y muy pocas áreas operativas en la misma.
Así, su labor consistió en reestructurar equipos, hacer crecer la dotación de funcionarios (de unos 560 a más de 900), construir un inexistente modelo de trazabilidad, armar la red regional de laboratorios, diseñar la estrategia de residencias sanitarias, enfrentar los duros golpes que asestó el virus en los Establecimientos de Larga Estadía para Adultos Mayores (Eleam) locales, particularmente atacados por la mortalidad de la enfermedad, y hacerse cargo del fallecimiento de un funcionario de Salud afectado por el covid-19.
Con mayo, junio y julio como los meses más duros de la emergencia sanitaria en la Región y el país, Jamett estuvo a la altura. En ello no puede haber dos opiniones al respecto. Incluso se dio maña para esbozar un cambio sanitario cualitativo en la zona, atendiendo a los distintos modelos comunales y el refuerzo de la atención primaria.
La gran pregunta que todos nos hacemos, empero, es ¿habrá finalizado Jamett su labor? ¿No sería de cierta inteligencia no sólo integrarlo a las desabridas mesas de covid-19 locales, sino que cumpliera una función particular y complementaria en la desescalada, el desconfinamiento gradual y las tremendas exigencias y estrés que deberá seguir soportando la red de salud en las próximas semanas? ¿Qué hay del regreso a clases? Más allá del voluntarismo de los alcaldes, tarde o temprano se deberá tomar una decisión al respecto. ¿Quién mejor que Jamett para llevar a cabo esa delicada misión en la cual se juega no sólo la salud, sino también el futuro de nuestros hijos?