Viviendas sociales, cantidad y calidad
La alta inversión anunciada para abordar la crisis habitacional exige mirar los proyectos más allá de los números. "Muchas veces los 'con techo' tienen tantos problemas como los 'sin techo', pues las viviendas sociales resultan precarias, expuestas y alejadas de sitios de trabajo y servicios".
La pandemia ha reiterado la gravedad del problema habitacional que afecta a nuestro país. El Ministerio de la Vivienda estimó en 2018 un déficit de 393 mil unidades habitacionales, en tanto que la Cámara de la Construcción lo eleva a 740 mil.
Sin considerar la metodología que aplica en la medición las cifras señalan que el problema es grave, muy grave, pues afecta la calidad de vida de millones de chilenos.
Así, en lo regional sobre una población de Valparaíso y Viña del Mar de 670.413 personas, 168.864 viven en precarias condiciones. En total existen 188 asentamientos ilegales, donde residen 11.150 familias. El caso más crítico, y en crecimiento, aparece en Viña del Mar con 98 campamentos donde habitan 7.117 familias. Estas cifras están en continuo aumento y exigen especial atención como un factor más en momentos de crisis sanitaria.
El hacinamiento que existe en la vivienda irregular es un factor determinante en la propagación del covid-19 y hace muy difícil cumplir normas de distanciamiento social, cuarentenas y algo elemental como es el lavado frecuente de manos.
Así, en medio de esta crisis histórica de la vivienda es ineludible concretar los anuncios formulados en Los Andes por el Presidente de la República, quien comprometió un plan habitacional para 2021 por US$2.600 millones que significa financiar 334 proyectos habitacionales con un total de 61 mil viviendas sociales. Valparaíso es una de las regiones consideradas en esta inversión, la mayor realizada por el Ministerio de la Vivienda. Se suman a esta iniciativa la entrega de 286 mil subsidios habitacionales que beneficiarían a 857 mil personas.
Beneficio asociado a la ejecución de estos proyectos es la creación de 165 mil puestos de trabajo, número importante frente a un desempleo que, como la pandemia, no se logra controlar.
La construcción de miles de viviendas con recursos públicos exige bases, licitaciones y el control a las empresas ejecutoras de modo que se cumplan plazos y calidad en las obras, lo que debe ir en paralelo con la cantidad.
Muchas veces los "con techo" tienen tantos o más problemas que los "sin techo", pues las ansiadas viviendas sociales resultan precarias, mal terminadas, expuestas a los más leves sismos o cambios climáticos y están situadas lejos de lugares de trabajo, estudio, abastecimiento o servicios básicos, convirtiéndose en guetos expuestos a la delincuencia y la droga.
Si no se considera integralmente la calidad de la vivienda social, siendo redundantes con una mirada verdaderamente social, la alta inversión tendrá un efecto limitado y se quedará solo en alejados y grises bloques de hormigón donde se ahogarán los sueños de la casa propia y del hogar acogedor para el desarrollo de la vida familiar.