Las consecuencias que tendrá enero
Más allá de la irresponsabilidad de los turistas, está la capacidad del Gobierno para cambiar un escenario preocupante en las comunas costeras. "Todo esto ocurre de forma simultánea, en el extraño verano de 2021, en que la tragedia que se vive puertas adentro de los hospitales no alcanza a permear a las multitudes que se asoman al caluroso borde costero".
Veinte jóvenes fueron sorprendidos en otra fiesta clandestina realizada en el balneario de Zapallar, la noche del lunes. La actividad no tenía autorización, infringía todas las normas sanitarias - aforo, distanciamiento social, uso de mascarilla- y de ella participaban al menos cinco menores de edad. "Parece increíble que los jóvenes sigan sin entender", se lamentaba esa noche el secretario regional ministerial (seremi) de Salud, Francisco Álvarez, al dar cuenta del tercer incidente del mismo tipo, en la misma comuna, y luego que la propia autoridad gastara valiosas horas de su trabajo en comparecer ante los medios nacionales y regionales debido a la irresponsabilidad de los adolescentes y sus padres. ¿Cuántas veces explicó Álvarez que los organizadores de estos encuentros masivos y clandestinos arriesgan hasta $ 50 millones de multa? ¿Cuántas, explicó que vulnerar las medidas establecidas por la pandemia perjudica más a las poblaciones locales que a los propios visitantes?
Esta "otra fiesta", ocurrió el mismo día que la Comisaría Virtual emitió 35.037 permisos de vacaciones con destino a la Región de Valparaíso, principalmente las comunas de El Tabo, El Quisco y Algarrobo. Pasó, también, horas después que los noticiarios nacionales mostraran las playas atestadas de veraneantes, la mayoría de ellos sin cumplir ninguna de las disposiciones que el intendente, Jorge Martínez, expuso con detalle la calurosa tarde del sábado 9 de enero. Fue organizada y coordinada, la misma jornada en que las autoridades de Salud informaban de 191 casos nuevos de coronavirus en la Región y el día en que la muerte por esta causa había alcanzado ya a 1.323 residentes de esta zona.
Todo esto ocurre de forma simultánea, en el extraño verano de 2021, cuando la pandemia parece haber hecho camino a una realidad paralela, donde la tragedia que se vive cada día puertas adentro de los hospitales no alcanza a permear a las multitudes que se asoman al caluroso borde costero.
Más sorpresiva que la irresponsabilidad de los turistas para enfrentar las restricciones -¿alguien pensó que iba a existir una autoregulación en el ingreso a las playas?- es la falta de respuestas de la autoridad ante situaciones que eran previsibles y el zigzagueo constante entre la información de riesgos asociados al covid y la apertura de permisos para vacacionar en balnearios que habían vivido esta pandemia en segundo plano. La preocupación surge porque estamos recién en la segunda quincena de enero - el mes en que el turismo vivía de los argentinos-, y aún queda enfrentar el escenario de febrero, el mes que por tradición ocupan para sus vacaciones los habitantes de la Región Metropolitana.