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embargo, lo ocurrido en 2020 -los impactos de las cuarentenas y la migración de la actividad presencial al mundo virtual- golpeó fuertemente esos esfuerzos", sostiene María Gabriela Huidobro, decana de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales de la Universidad Andrés Bello (UNAB).
A su juicio, "la profesión docente volvió a verse como una labor vulnerable, frágil, a veces poco respaldada y dependiente de la voluntad, la vocación y el sacrificio de sus protagonistas. Las tensiones entre el Colegio de Profesores y el gobierno, las polémicas en los medios de comunicación tampoco contribuyen a mejorar esa percepción", señala, y agrega que "los incentivos no han crecido de manera proporcional" con el aumento de las exigencias vinculadas a la captación de más y mejores vocaciones, "y en contextos vulnerables como el actual, eso se hace aún más evidente".
Aun con postergación de mayores exigencias
En 2019, el aumento de los requisitos para ingresar a carreras pedagógicas establecidos en la ley de carrera docente se postergó hasta el 2023, pero tampoco esa medida se tradujo en un incremento de las matrículas. Así las cosas, ¿qué habría pasado si las barreras de ingreso hubieran subido, como estaba previsto?
"La solicitud de postergación de esa exigencia fue transversal. Si se hubiera aplicado, seguramente, tendríamos una caída aún más fuerte en las matrículas de los últimos años, porque el aumento de exigencias no se proyectó en un crecimiento proporcional de los incentivos. La propuesta original de la ley 20.903 fue ambiciosa y quiso empezar de inmediato y con plazos cortos, pero la verdad es que generar un cambio real en estas materias, supone lograr transformaciones culturales, sociales y económicas que requieren de una proyección a largo plazo", responde la decana Huidobro.
"Es difícil hacer ese análisis, porque las condiciones de admisión universitaria para las carreras de pedagogía fueron pensadas en un contexto socio-sanitario regular, y desde esa mirada hoy estaríamos en una etapa de transición, previa al estado de régimen proyectado para el año 2023, pero la pandemia cambió todo", argumenta la decana Sarzoza, quien también plantea que "nuestra profesión, desde la absoluta ignorancia y desconocimiento, ha sido altamente cuestionada y reducida a la expresión mínima de la docencia, olvidando que en los procesos de aprendizaje intervienen factores sociales, sicológicos, entre otros; que el contexto, las motivaciones y los intereses son fundamentales en la forma en que los estudiantes abordan el aprendizaje".
"Habríamos tenido un escenario muy complejo", acota el vicerrector Vásquez, quien observa que los resultados del proceso nacional de admisión revelaron que hay barreras y áreas del conocimiento que se vieron afectadas sin esas condiciones. "Con esas condiciones, claramente habría sido un panorama mucho más complejo, y habría habido carreras sin alumnos o con muy pocos", de manera que en su opinión la postergación fue una medida correcta.
Ello porque antes de instalar esa política pública hay que fortalecerla en varios aspectos, desde propender a que la educación pública vuelva a ser un espacio atractivo para los profesores hasta abordar la política de remuneraciones en relación a sus exigencias, pasando por incentivos de fortalecimiento de la formación inicial y de promoción de la permanencia de los titulados en el sistema educacional, enfatiza.
CÓMO ENFRENTAR LOS DéFICIT QUE VIENEN
En relación a los déficit de profesores proyectados por el Foro de Educación Superior Aequalis -en 2023 hará 45% menos de egresados que en 2014- y por Elige Educar, que estima que en 2025 faltarían 32 mil educadores idóneos en el país, la decana de la UPLA señala que "las proyecciones de ambos estudios son lamentables".
En esa línea, sostiene que es necesario revisar las políticas educativas, "especialmente las referidas al desarrollo profesional docente, como también la formación inicial docente y la pertinencia de sus planes de estudio. Quizás por muchos años formamos profesores y profesoras sin conocer las reales necesidades del país. Debemos replantearnos, ir a las regiones extremas donde suele haber un déficit en la dotación de profesores especialistas, establecer incentivos más atractivos para quienes deseen trabajar en la zonas extremas, etc."
La decana de la UNAB señala que organizaciones como Elige Educar "nos han hecho partícipes a las universidades de esta preocupación y del seguimiento que ellos realizan a esta problemática, y no cabe duda de que lo que advierten se basa en estudios serios y bien fundados. La situación es sumamente preocupante, desde antes de la pandemia, pero sobre todo a partir de ella".
Agrega que "no se trata de que no habrá profesores u otros profesionales que hagan clases, sino que estos estudios advierten que faltarán docentes idóneos, es decir, especialistas en las materias y niveles que enseñan", por lo cual "el mayor impacto afectará a la calidad de la educación del país, en especial, a nivel de educación pública y sobre todo en las regiones y zonas periféricas. Si queremos tener generaciones mejor educadas a futuro, necesitamos buenos profesores. Una falta de ellos atentará contra las posibilidades de mejorar como sociedad en los próximos años", advierte.
El vicerrector Vásquez plantea que las proyecciones apuntan a que "el sistema escolar va a vivir un escenario muy complejo, que ya se ha producido en algunos países de Europa y en Estados Unidos, cuando la profesión de profesor dejó de ser atractiva para los jóvenes", coincidentemente con la modernización del sistema universitario y los mercados laborales.
"Lo importante ahora es determinar las medidas que tenemos que adoptar para que eso no ocurra. Los países que han abordado seriamente el problema lo han hecho fortaleciendo la educación pública, con nuevos incentivos para la captación de jóvenes con talento, fortalecimiento de la formación inicial de profesores, para que estos tengan un conocimiento y las capacidades para moverse en la heterogeneidad de realidades del sistema escolar, y políticas claras para profesores principiantes", expone.
En el plano de la formación inicial, explica, algunos han optado por abordar el déficit con dos programas paralelamente. Uno en que los alumnos se forman tempranamente desde el primer año en la profesión de profesor en las universidades, y otro modelo, de tipo consecutivo, en que una persona que ya tiene un grado de licenciado en una disciplina, en un periodo determinado adquiere las competencias profesionales de profesor.
Valparaíso y otras regiones
De acuerdo a la proyección de Elige Educar, en la Región de Valparaíso el déficit de profesores idóneos sería de 1.850 profesionales a 2025, equivalente al 13% de las necesidades, lo que se observa con preocupación considerando que esta es una zona que tiene diversidad de carreras de pedagogía en la educación superior.
"La región tiene excelentes programas de formación docente y universidades reconocidas a nivel nacional por el desarrollo de estas áreas", señala María Gabriela Huidobro. "Actualmente, para las universidades, contar con programas de formación pedagógica supone un desafío y compromiso enormes, sumamente exigentes y regulados, aunque no siempre reconocidos y apoyados externamente como se debería".
"Pero tener programas no basta: si no hay incentivos para ser profesor a futuro, para ejercer un rol docente, por muy atractivos que sean esos programas -incluso, aunque ellos mismos promuevan la admisión con incentivos internos-, será muy difícil que un estudiante con alta preparación, incluso con vocación, decida ingresar a pedagogía y cuente con el apoyo de su familia. A ojos de la sociedad, en general, cursar una pedagogía y luego ejercer en ese campo, supondrá más sacrificios que beneficios. Y no todos están dispuestos a ello, más allá de que la recompensa de trabajar con niños, niñas y jóvenes siempre puede ser, a nivel personal, muy satisfactorio", complementa la decana de Educación de la UNAB.
Silvia Sarzoza: "Es cierto que nuestra región goza de una amplia variedad de carreras de pedagogías en universidades públicas y privadas, pero también es la segunda región más habitada y, por lo tanto, el número de estudiantes que ingresa a la educación superior es alto. Sin embargo, si el déficit proyectado para cuatro años más es tan alto, tendremos que trabajar a la brevedad con los establecimientos secundarios, las corporaciones educacionales, las instituciones formadoras y con el Ministerio de Educación para revisar los planes de desarrollo regional y las políticas de formación inicial docente y con ello dar respuesta oportuna a los requerimientos de dotación profesional".
Nelson Vásquez: "Está claro que la Región de Valparaíso va a estar dentro de la tendencia global del país. Ahora, en mi opinión, este problema va a ser mucho más complejo no en esta región, sino en las zonas extremas del país, donde hay universidades que no forman profesores, y donde a los colegios les cuesta mucho más tener docentes altamente calificados. En la Región de Valparaíso, guste o no, hay más de una universidad que forma profesores con programas que están acreditados, con buenos resultados. Creo que nuestro problema va a ser menor que en zonas extremas, pero al mismo tiempo, tendríamos que generar alguna política en conjunto con el sistema nacional de acreditación, porque la formación de profesores está regulada a través de un proceso de aseguramiento de calidad que realiza la Comisión Nacional de Acreditación".
Para abordar el problema sistémicamente, "no basta con que el gobierno genere incentivos, políticas, programas, y las universidades nos acoplemos a esa situación, sino que también el marco regulatorio de la acreditación hay que abordarlo en profundidad", concluye el vicerrector. 2
Nuestra profesión ha sido altamente cuestionada y reducida a la expresión mínima de la docencia".
No basta con que el gobierno genere incentivos, políticas, programas, y las universidades nos acoplemos".
A ojos de la sociedad, cursar una pedagogía y luego ejercer en ese campo, supondrá más sacrificios que beneficios".
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