Relatos de horror en un hogar de niñas en los años ochenta
Un libro que comienza a construirse décadas después, con la investigación de una denuncia por violación. La protagonista testigo que relata los hechos es una niña de siete años.
Tres años demoró Bruna Faro en escribir Memorias de una niña Alba. Historias de una infancia ultrajada (Mago editores, 2020), novela en que la voz de Aurora relata las terribles vivencias de las niñas internas en un hogar de menores de Osorno, en los años 80, que son sometidas a toda clase de abusos, en la más desoladora indefensión.
La autora, quien vive en el sur y se dedica a la confección de muebles y a la escritura, comenzó a dar forma a esta novela en 2017, cuando una de las niñas de entonces interpone una denuncia por violación contra el que fuera director del Hogar de Niñas El Alba, administrado por una fundación dependiente de una iglesia evangélica.
Varias de las exinternas acuden a declarar en el proceso, acusando haber sido víctimas ellas mismas de abuso de poder, abuso sexual, vulneración de derechos, humillaciones, torturas y violación de derechos humanos. Y aunque a fines de 2019 la investigación estableció que era posible presumir de manera fundada la veracidad de los hechos descritos por la denunciante, se declaró prescrito el delito.
Es en ese lapso cuando Aurora se instala en su infancia y recuerda con descarnada lucidez el escenario horroroso del hogar de menores que la recibe a ella y a su hermana menor, tras ser abandonadas por su madre.
Un referente de múltiples casos
"A través de ella conocemos cada una de las rutinas de la entidad. Aprende rápido que únicamente debe obedecer y callar, comportamientos que no solo siguen al pie de la letra ella y su hermana, sino la mayor parte de las internas", escribe la crítica literaria de Las Últimas Noticias, Patricia Espinosa.
"Sin embargo, las reglas del hogar van contra todo principio humanitario. El personal, todas mujeres, es cómplice del gran jefe, el tío Ricardo, un tipo bestial que golpea y abusa sexualmente de manera sistemática a niñas de diversas edades", agrega, y señala que "en este pequeño reino, el tío Ricardo tiene un poder ilimitado, convirtiéndose en la representación de la maldad absoluta".
Espinosa plantea también que "la historia de Aurora, que incluye los testimonios de muchas otras exinternas, se establece como un referente de múltiples casas de menores de nuestro país, constituidas en un paraíso para abusadores que incluso han llegado a provocar la muerte de niños y niñas desprotegidos".
Asumir las responsabilidades
Tras la publicación del libro, la fundación aludida publicó en redes sociales una declaración respecto de las medidas adoptadas tras los hechos. A esto Bruna Faro respondió: "Es alentador leer desde la entidad involucrada, la voluntad de trabajar en acciones que favorezcan la restauración de las víctimas, pero todos sabemos, que deben ser acciones que se materialicen de forma legal y ante la justicia".
"Es efectivo que, desde 2013, el Hogar de Niñas El Alba, pasó a conformarse como fundación u ONG, pero, la Organización Asamblea de Dios Autónoma, sigue siendo su sostenedora, es decir, bajo el mismo alero que hace 40 años" y "como organización debe asumir las responsabilidades correspondientes. Ningún tiempo transcurrido exime de responsabilidad, borra el delito ni sana a las víctimas cuando no ha existido reparación".
Sacar los hechos de la oscuridad
Para la autora, esta novela es "un acto de valentía", pues decidió escribirlo "por la necesidad de sacar de la oscuridad estos aberrantes hechos que no han tenido justicia. Y mi inspiración para desarrollar la historia fue cada una de las niñas Alba".
Bruna Faro refiere que cuando comencé a desarrollar la historia, "la única claridad que tenía, era el tipo de prosa a utilizar y que debía ser narrado por un personaje protagonista en primera persona. Soñaba con un texto de lenguaje simple y accesible. Todo lo demás era incierto".
Cuando tuvo en su poder toda la documentación y testimonios, relata, apareció Aurora, "la protagonista testigo, una mujer adulta y resuelta. Pero a medida que avanzaba en las páginas, sin que yo lo hubiese planeado, Aurora niña, de 7 años, se hizo presente en el relato, narrando con su lenguaje los hechos".
A través de ella, dice, "podía entender, de una forma más clara, lo que sentía. Así comencé a construir encima de los cimientos de los testimonios que decidí incluir".
Desde la lejanía de las estadísticas
También plantea que "este libro da cuenta de una realidad existente, que siempre vemos desde la lejanía de las noticias y las estadísticas. Es un texto que llama a la reflexión, a enmendar la indiferencia hacia los niños por décadas, en un escenario de reconstrucción, en un momento histórico, en donde, como sociedad, tenemos la oportunidad de construir cimientos sólidos, que aseguren la protección, la dignidad, la felicidad y las oportunidades de todos las niñas, niños y adolescentes en igualdad de condiciones".
Acerca de la proyección personal que hace después de esta publicación, cuenta que "el placer de escribir lo he tenido desde siempre; he escrito otros textos y algunos cuentos, que jamás llegaron a ver la luz".
Y después de esta primera publicación, se enfrentó a la disyuntiva "de si quiero que esto sea una anécdota para contar, o si trabajo para pasar de ser autora, a ser llamada, merecidamente, escritora algún día. Ahora estoy segura de que escribir es el camino que quiero para mi vida. Y ya estoy trabajando en el esqueleto de una próxima novela". 2
Rosa Zamora Cabrera
rosa.zamora@mercuriovalpo.cl