Historias de hybris
Según el mitólogo Joseph Campbell, los mitos son "pistas respecto de las potencialidades espirituales de la vida humana" (El poder del mito, 1991) y desempeñan cuatro funciones básicas: mística, cosmológica, sociológica y pedagógica. Mientras las dos primeras explican el origen del universo, la función sociológica contribuye al sostenimiento y legitimación de un orden social, en tanto que la función pedagógica enseña a los individuos a vivir una vida humana.
Ninguna sociedad puede prescindir de los mitos, que no son estáticos, sino que evolucionan en armonía con el desarrollo de las culturas. Pero esta evolución no supone necesariamente la idea de progreso, como se pretende en el caso de la ciencia (Hegel, Comte, Marx), sino más bien de patrones o ciclos que acompañan a los diferentes relatos míticos desde los albores de la civilización. En esta oportunidad, nos detendremos en aquello que los antiguos griegos llamaron "hybris", esto es, la desmesura, asociada al orgullo y la arrogancia, pero no como pecados en el sentido cristiano, sino como realización indebida de la potencia humana, que amenaza la estabilidad y orden del cosmos.
Los "pecados" de hybris siguen siempre el mismo derrotero: primero, la rebelión contra el cosmos; luego, el triunfo aplastante de este último poniendo "en su sitio" a los pecadores de hybris: Ixión, Salmoneo, Faetón, Otón y Efialtes, Níobe, Beleferonte, Casiopea, Prometeo, Asclepio, Sísifo y tantos otros siguen este patrón de castigo severo impuesto por los dioses olímpicos, a fin de restablecer el equilibrio alterado por hybris.
La justicia -Diké- pone en su lugar a los pecadores de hybris. En un ejercicio de deconstrucción, se trata de una lección importante para nosotros los posmodernos: la desmesura, arrogancia, soberbia y orgullo son mala compañía en el gobierno de una sociedad, y también en el diseño de una nueva Constitución. La regla de los 2/3, antes que una medida de racionalidad política es un recordatorio de los pecados de hybris. La Constitución no es solo el texto que regula la organización del poder y el reconocimiento de los derechos fundamentales, sino un gran acuerdo que compromete a las futuras generaciones. Una Carta Fundamental no solo debe ser identitaria (en el sentido de reconocer las diferentes identidades presentes en una sociedad pluralista), sino también un puente para la construcción de una genuina comunidad política, algo imposible si prevalecen las metáforas de la aplanadora o la retroexcavadora.
Por la misma razón, cualquier enmienda que altere el sentido originario del Acuerdo por la Paz Social de fecha 15 de noviembre de 2019, puede ser un pecado de hybris que, más temprano que tarde, ha de recibir el castigo correspondiente. La historia es un péndulo siempre oscilante, algo que no debería olvidarse jamás en el diseño de una nueva Constitución.
por fernán rioseco
académico filosofía uv