Advertencia tras una gigantesca congestión
El caso del extenso taco en la Ruta 5 Sur es la expresión de la fragilidad que afecta a la conectividad terrestre del todo el país. En cualquier emergencia, el país queda fácilmente cortado, como ocurrió el jueves pasado sin que mediara un problema de magnitud como incendios, sismos o inundaciones.
La conectividad terrestre es un desafío propio de nuestra larga configuración territorial. Ese desafío se hizo presente el jueves pasado, cuando en el kilómetro 222 de la Ruta 5 Sur volcó un gran camión de carga afectando a vehículos menores. Resultado: varios lesionados, dos graves, y una congestión gigantesca, que se prolongó por más de doce horas,debido a la interrupción de la vía en dirección al sur y al intenso movimiento propio del feriado de Semana Santa.
Se puede hablar del problema como un hecho puntual debido a la fecha, pero la realidad es que revela varias fallas. Una de ellas es la descoordinación de las entidades responsables del tránsito en la vía: Carabineros, los ministerios de Obras Públicas y de Transporte, y la empresa concesionaria de la vía. En primer término, faltó información oportuna a los conductores sobre el obstáculo en la ruta y las estimaciones de tiempo para resolverlo.
También fueron evidentes las fallas en el despeje del camino, la carencia de equipos adecuados que deben estar disponibles en forma permanente como parte de la concesión misma. Además, no hubo información sobre rutas alternativas y posibilidades de retorno en dirección a la capital.
En todas estas materias existe responsabilidad de la concesionaria, especialmente en lo relativo al cobro manual de los peajes y también en cuanto a su capacidad técnica para acometer la urgente tarea de despeje y levantamiento de los vehículos siniestrados.
Pero el tema va más allá, pues en general la conectividad a lo largo del territorio se juega sobre un solo eje central, la Ruta 5, descuidando las alternativas. Así, en cualquier emergencia, el país queda fácilmente cortado, como ocurrió el jueves pasado sin que mediara un problema de magnitud como incendios, sismos o inundaciones, situaciones frecuentes de nuestra sufrida realidad.
Esta fragilidad de la conectividad terrestre debe ser asumida atendiendo a la necesidad de alternativas y dando real importancia al transporte ferroviario, abandonado por años y ahora en incierta recuperación. El ferrocarril tiene la ventaja de usar caminos propios donde es posible, por adelantado, planificar flujos y manejar alteraciones en caso de accidentes. En lo local, tenemos también extrema dependencia vial con el caso de Avenida España, que con cualquier corte o saturación vehicular supone larga congestión. Las alternativas existentes son complejas y poco conocidas y exigen mantención, señalización e información oportuna en emergencias.
En fin, la advertencia es que en conectividad terrestre las alternativas son una necesidad urgente ante el masivo crecimiento del parque automotor que recarga calles y caminos.