Las cifras son conocidas y, pareciera, son parte de la rutina. Peligroso, muy peligroso, por eso es necesario repetirlas una y otra vez. Los fallecidos por la pandemia en todo el país ya suman 60.435 y en la Región de Valparaíso son 6.014. Los números nacionales entregados ayer por el Ministerio de Salud dan cuenta de 4.659 nuevos casos nacionales, con 413 en Valparaíso. Los fallecidos en todo el territorio fueron 23 y la positividad general alcanza al 10,27%.

La pandemia aún está presente y la población debe conocer esa realidad. Y en ese sentido, los expertos en salud exigen a la autoridad que insista en una política de comunicación de riesgo. Claro está que la política comunicacional debe insistir en la necesidad de completar la dosis de vacunación, en mantener los aforos y en el uso de mascarilla en lugares de concentración de público. Por el lado personal, hay que recalcar el autocuidado con conductas tan elementales como el frecuente lavado de manos y el distanciamiento social.

Hay que escuchar las advertencias de los especialistas en cuanto a extremar estas medidas, pues vienen fechas claves con gran movimiento de personas, lo que podría favorecer la propagación de la pandemia, perdiendo lo que trabajosamente y dolorosamente se ha ganado.

Estamos a pocos días del Plebiscito de Salida, con voto obligatorio, para lo cual la autoridad ha adoptado las medidas sanitarias fundamentales en los lugares de votación. Pero a esas medidas oficiales es ineludible sumar las señaladas medidas personales de autocuidado. Vienen luego las Fiestas Patrias, con un feriado extendido y con la realización de numerosos encuentros que significan la concentración y permanencia de personas con un saludable ánimo festivo, ánimo tradicional de festejo, pero que debe tener, como nunca antes, límites sanitarios, donde comparten responsabilidades la autoridad, el comercio presente en esas ocasiones y cada persona.

Estas Fiestas Patrias son, además, una oportunidad para el turismo especialmente interno, lo que implica traslados masivos a lo largo de todo el país. Y junto al traslado de personas tenemos también el traslado de contagios. Mientras el presidente regional del Colegio Médico, Luis Ignacio de la Torre, advierte sobre las carencias en el sistema de salud, la vocera de la Sociedad de Microbiología de Chile y docente universitaria, Claudia Saavedra, echa de menos un "mensaje de riesgo sólido" y señala un "relajo en las medidas".

En las carencias hay mucha tarea de largo aliento; en materia de "mensaje de riesgo" es posible insistir sin generar temor, pero subrayando aquellos puntos donde hay responsabilidades preventivas públicas y personales compartidas.

El 30 de agosto de 1916, el piloto 2° de la Armada, Luis Alberto Pardo Villalón, al mando de la escampavía "Yelcho", rescató a los 22 náufragos de la malograda expedición británica de Sir Ernest Shackleton, que desde hacía meses sobrevivían en isla Elefante, en la Antártica. Fue una riesgosa travesía, en pleno invierno y con cartografía imprecisa. Era el cuarto buque que acometía la tarea, pues ya lo habían intentado un ballenero noruego, un pesquero uruguayo y una goleta de un armador británico. Pardo, consciente del desafío, previo al zarpe envió una emotiva carta a su padre, que en parte decía:

"Dos consideraciones me hacen afrontar dichos peligros: salvar a los exploradores y darle renombre a mi patria. (…) Si fracaso y muero, usted cuidará de mi Laura y de mis hijos, que quedarían desamparados y sin más apoyo que el suyo. (…) Cuando usted esté leyendo esta carta, o su hijo ha muerto o ha llegado con los náufragos a Punta Arenas".

La "Yelcho" era un buque de 460 toneladas, 36 metros de eslora (largo), 7 metros de manga (ancho), sin doble casco y de francobordo relativamente bajo. No contaba con radar ni telecomunicaciones y tampoco con calefacción, por lo que su dotación debió soportar estoicamente temperaturas bajo 10° C. Pardo debió navegar bajo densa neblina, copiosas lluvias, fuertes corrientes y altas olas, recurriendo a toda su pericia marinera para esquivar los témpanos e incluso envestir con su débil buque las barreras de hielo que impedían el avance. Las largas horas en el puente de mando, sin dormir y con fríos extremos, dañaron sus pulmones para siempre.

Con todo, logró llegar a isla Elefante y rescatar a los 22 náufragos aquel 30 de agosto. El regreso a Punta Arenas, donde recaló el 3 de septiembre, tampoco fue fácil. Allí fue recibido como un héroe y lo mismo ocurrió más tarde en Valparaíso. Su hazaña acaparó los titulares de los principales periódicos del orbe.

Al respecto, el embajador y descendiente directo del héroe, don Fernando Pardo Huerta, en su libro "La gesta del piloto Pardo y sus repercusiones" -que acaba de lanzar la Liga Marítima- destaca que este exitoso rescate tuvo repercusiones geopolíticas, ya que permitió "instalar a Chile en el escenario mundial, como un país con capacidad para operar en los mares antárticos en todo tiempo, remarcar sus derechos en el continente y hacer frente a los desafíos", que entonces arreciaban dado el interés de muchos países por clavar una pica ese continente.

La vida de Pardo es un ejemplo de fortaleza, sentido del deber y humildad, puesto que el éxito no lo ensoberbeció. Su legado amerita que esté en un lugar de honor en el panteón de los héroes de la paz.