RECUERDOS DE UN FUNCIONARIO 1972 (parte 1)
POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO POR DEMETRIO INFANTE FIGUEROA, ABOGADO Y EXDIPLOMÁTICO
Mientras el Gobierno de Allende avanzaba con dificultades durante el año 1972, en los partidos políticos de la UP proliferaban las diferentes visiones de cómo debería ser la experiencia chilena hacia el socialismo y cuál debería ser la velocidad que debía imprimírsele. Desde los comunistas que insinuaban actuar con cuidado para evitar la respuesta de los "reaccionarios" que sería amparada por EE.UU., hasta los que llamaban a imitar con convicción a Cuba y de ser necesario entregarle armas al pueblo, como lo proclamaba el MIR y algunos extremistas del MAPU. Había un amplio abanico en el PS -el partido del Presidente- que se movía entre un vociferante Carlos Altamirano hasta un más moderado Aniceto Rodríguez. Era un amplio espectro político que lo único que hacía era dificultar más la ya complicada marcha del Gobierno y las decisiones presidenciales. No se daban cuenta -y no les importaba- que lo que debía hacerse era enfrentar con realismo el verdadero terremoto que se estaba produciendo en el país tanto en lo económico como en lo social debido a las intervenciones de las industrias y las violentas tomas en los campos, lo que había postrado tanto a la industria como a la agricultura en una irreversible anarquía. Se calculaba que más del 90% de las empresas estaban intervenidas y, por ende, eran administradas por organismos estatales, lo mismo que el 100% de las distribuidoras nacionales como Codina y Almacenes Graham. Es decir, el Estado "producía" y el mismo Estado "distribuía", todo ello dentro de un sistema de absoluta fijación de precios. Ningún producto podía subir su valor al público si no era previamente autorizado por un decreto del Ministerio de Economía. En las empresas y en los campos quienes mandaban habían sido reemplazados por trabajadores adeptos al gobierno que carecían de los conocimientos profesionales necesarios para dirigir. Por ello la productividad cayó a niveles increíbles, lo que trajo aparejada la baja de la producción y la escasez de bienes. Si la "farra" de 1971 había hecho que el país creciera anualmente a un casi 8% y la inflación anual bajara al 22%, en 1972 el crecimiento fue de -1% y la inflación tuvo el récord nunca visto en Chile de 270%.
Lo anterior trajo la escasez y el mercado negro. El gobierno señalaba que el mercado negro se debía al actuar de los enemigos de la revolución y que la escasez era producto del acaparamiento que hacían los más ricos. El argumento en sí mismo es de una falta de solidez y de inteligencia absolutas. Si el Estado producía el 90% de los bienes y distribuida el 100% de ellos, cabe preguntarse ¿quién hacia el mercado negro? ¿Cómo podía un particular cualquiera hacer mercado negro cuando no producía ni distribuía? La razón de todo ello era más sencilla. Las empresas habían bajado a niveles increíbles su producción, fuera por falta de insumos y/o por la disminución abismante de su productividad. Muchas, además, trabajaban a pérdida, pues el Estado se negaba a subir los precios de lo que producían, lo que sólo ahondaba más la dificultad general. A todo ello había que añadir que los costos se incrementaban constantemente, pues se les obligaba a subir los salarios de sus trabajadores de acuerdo a la inflación. Los chilenos entramos a una realidad impensada. Había que levantarse a las 5 de la mañana para hacer "cola" frente a un supermercado y poder así adquirir dos kilos de carne de la calidad que hubiera disponible. Los fumadores en el centro de Santiago debían hacer largas "colas" para conseguir en los quioscos de diarios autorizados una cajetilla. No podían ser dos. Yo pregunto a los menores de 55 años que no vivieron esas experiencias: ¿estarían dispuestos hoy a que su madre, su esposa o su hermana tuvieran que levantarse antes de las cinco de la mañana para intentar comprar dos kilos de carne? Adicionalmente, había que considerar que muchas veces la carne no llegaba. Lo mismo pasaba con los fideos, el jabón, la pasta de dientes y todo el resto de los productos que se compran habitualmente en una casa.
El mercado negro fue creado básicamente por los propios trabajadores de las empresas, pues ellos tenían derecho preferente a comprar a precio oficial la escasa producción disponible.
Cuento una experiencia personal. En la Navidad de 1972 deseaba regarle a mis hijos su primera bicicleta. La única que existía en Chile era marca Centenario. No había existencia en parte alguna en el mercado. Un día un amigo me dijo que conocía a un obrero donde se fabricaban, quien podía encargar una para él. Me contacté con aquel y me señaló que ejercería su derecho preferente. Así logré la primera bicicleta para mis hijos, claro que a un precio cuatro veces mayor al que se señalaba como oficial.
Como lo recuerda el expresidente Aylwin en su estupendo libro recién publicado sobre la experiencia de la Unidad Popular, la situación era tal que el ministro Fernando Flores (Economía) pretendió implementar una canasta básica semanal (especie de racionamiento) para una familia de cinco personas a fin de asegurar el abastecimiento de la población, la que contendría: "Dos kilos de azúcar, dos litros de aceite corriente, un tarrito de Milo (medio kilo), un tarrito de Nido (medio kilo), un cuarto kilo de té, un tarrito de Nescafé mediano, un jabón Lux, un Omo mediano, medio kilo de sal fina, un kilo de porotos, dos panes de mantequilla, un kilo de harina, cuatro caldos Maggi (cubos), dos cremas Maggi para sopas, un tubo de pasta de dientes, un pollo, un kilo de arroz, un Klenzo, paquetes de productos Aurora (flanes y jaleas), dos tarros de leche condensada y un kilo de fideos o tallarines". La lista precedente me ahorra todo comentario.