Se estima que dentro de dos años, Valparaíso podrá tener operativos 16 ascensores gracias a la millonaria inversión del Estado en su recuperación. Parte importante de este proceso, mediante el cual se han inyectado recursos fiscales para salvar este característico medio de transporte porteño, es generar un plan de gestión y funcionamiento que permita darles sustentabilidad en el tiempo.
El Ministerio de Obras Públicas (MOP) ha efectuado ese estudio, realizando una cuantificación de los costos de operación de cada uno de los funiculares, considerando variables como el consumo eléctrico, los servicios básicos y el pago de personal, además de su mantención. Los resultados arrojan que el valor anual para tenerlos operativos alcanza los 1.600 millones de pesos.
En el desglose de la propiedad de los ascensores se puede establecer que diez le pertenecen Gobierno Regional: Villaseca, Artillería, Cordillera, Concepción, Espíritu Santo, Florida, Mariposas, Monjas y Larraín, los que están en restauración o en proceso de recuperación, además del Santo Domingo. El municipio de Valparaíso es el dueño de cinco: Barón, Polanco, Reina Victoria, El Peral y San Agustín. Lecheros, en tanto, es privado.
Según explica el seremi de MOP, Miguel Saavedra, cada uno de los funiculares no se puede autofinanciar, por lo cual deben preparar un modelo de operación conjunta de todos ellos.
Y es en este punto donde aparecen las dudas, pues todavía no se define por parte del Estado la forma en que se administrará este medio de transporte, que probablemente generará pérdidas si se piensa en que su único ingreso sea el cobro a los usuarios. En un momento el intendente regional, Gabriel Aldoney, deslizó la posibilidad que una corporación con participación pública y privada para su administración; sin embargo, todo indica que no hay avances significativos en esta materia.
Por eso urge que se diluciden las interrogantes que se han manifestado, por ejemplo en el Consejo Regional, respecto a la operación de los ascensores.
Aunque es una exigencia para todos los gobiernos ser cuidadosos con los recursos fiscales, no es menos cierto que cuando se mezclan aspectos tan diversos, como en el caso de los funiculares porteños, las fórmulas deben ser inteligentes, pero también generosas. Un subsidio, en este caso, no sería sólo la ayuda a un medio de transporte, sino a un patrimonio centenario y, yendo más lejos, también a una esquina del alma porteña.