El sello editorial de la Universidad de Valparaíso nos sorprende a cada instante con las perlas que entrega. Perlas por el tamaño generalmente pequeño de sus obras, pero, sobre todo, por los brillantes reflejos que ellas despiden. Perlas que atesoramos en algún lugar apartado de nuestras bibliotecas, unas juntos a las otras, de manera de ubicarlas luego con facilidad. Perlas a veces de un tamaño mayor, como por ejemplo "La ciencia jovial", de Friedrich Nietzsche, o el magnífico registro de la "Poesía" de Violeta Parra, esa poesía que, según Raúl Zurita, parece dictada por la primavera, por el invierno, por el viento.
La última de las perlas es "Poesía (1947-1954)", de Enrique Lihn, una perla que es a la vez tres perlas, puesto que en el interior de un mismo envoltorio, de un color entre naranja y marrón, el lector encuentra tres breves textos, "Nada se escurre" y "Poemas de este tiempo y de otro", ambas de Lihn, y "La odisea de Enrique Lihn", de Alejandro Jodorowsky.
Que "nada se escurre" es un gran título. Nos recuerda que las cosas perduran, que de algunas raras maneras se sobreponen a su inevitable fugacidad, que no drenan desde nuestro interior por mucho que tratemos de hacerlas salir, o sea, como dice el mismo Lihn, "algunas sombras languidecen y mueres, algunas luces se iluminan y caen, pero todo perdura", en el entendido de que perdurar es lo que es, a saber, durar mucho, permanecer en el mismo estado, mas no existir para siempre. "Salir, agrega el poeta, pero "salir mientras adentro se nos queda aquello que buscamos". Las cosas tienen esa "ausencia visible" de todo aquello que nos importa y deseamos.
El texto de Jodorowsky, que se despliega tan fácilmente como un pergamino, menciona que la poesía de Lihn "deja que hablen las palabras como una entidad sin dueño", de manera que es preciso abrir cada palabra, escarbar en ellas, transformarse en un auténtico explorador, para descubrir en el poeta a ese "hombre dormido con una flor invisible entre el pulgar y el índice", según Lihn dijo de sí mismo.
Como recuerda Pedro Lastra en la presentación de "Nada se escurre", el escritor que de veras honra su oficio es aquel que se esfuerza cada día "por poner las palabras en su sitio" y, antes que eso, que se esfuerza por encontrar las palabras justas en medio del torbellino que ellas hacen cuando se disputan la preferencia del autor. Porque lo que hay es eso, las palabras justas, no las exactas, la palabra que está ya en las cosas y no la que se ajusta a ellas.
Enrique Lihn enfrentó su enfermedad terminal con un lápiz atado a su muñeca, hasta última hora a la caza de las palabras, sabiendo que estas lo continuaban buscando y que jamás le darían tregua.
Agustín Squella Narducci
Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales