Innegable es esa extraña sensación al andar en ascensor, por ejemplo, cuando uno va subiendo el de cerro Barón, se eleva lentamente y va mostrando la vista a la bahía: conmueve por su belleza. A su vez, elogia el hermoso cordón de cerros playanchinos. ¡Cuántas vistas de atardeceres a las que lleva ese funicular cuando se llega al mirador!

Otro emblemático es el ascensor El Peral, que está más cercano a Plaza Sotomayor, empinado como ninguno, parece ser que algo va a pasar. Pero no, se mueve lento y seguro para dejarlo a uno, a los pies del Museo Baburizza.

Sin embargo, uno de los ascensores más conocidos -junto al Artillería ubicado en el Paseo 21 de mayo-, se precipitó a tierra, dejando a 5 personas heridas de distintas condiciones, Dios mediante, nada muy grave para ellas. La peor parte se la llevó el ascensor que, obviamente, quedó bueno para nada.

Entonces, cabe preguntarse ¿Cómo es posible que un ascensor, entregado hace menos de un año a la comunidad, se caiga? ¿Qué pasó con la mantención? ¿Quién es el responsable? Nuevamente, parece ser que la pelota de la responsabilidad va del Ministerio de Obras Públicas al municipio y viceversa. Como tantas cosas en nuestro puerto, al final, nadie es responsable ni es capaz de levantar la mano y decir: "hemos fallado en la mantención de este ascensor".

Es importante que las instituciones se hagan cargo de lo que dejan de hacer, para evitar ese triste espectáculo del "yo no fui". Porque los ascensores, son tal vez, un último resabio de una época bonita en donde el medio de transporte conversaba con la ciudad de tú a tú y respetaba su geografía. El ascensor, es eso, es un medio de transporte adecuado al lugar que pretende conectar, el arriba con el abajo de un cerro.

Es por lo anterior que urge dejar de mirar a los ascensores como románticos vestigios de madera que se mueven lentamente y son para la foto. Pues, si se logran tratar como un medio de transporte más, podemos construir un sistema de transporte porteño en el que convivan armoniosamente: el tren, el trole y el ascensor, como ninguna ciudad del país puede.

En cuanto a la pelea de quien es responsable de que se caiga un "ascensor nuevo y emblemático", en realidad da lo mismo. Lo que no, es que alguien está haciendo mal su trabajo y debe dejar de apuntar al otro para salvarse el pellejo de pagar los daños causados.

Acertada y de toda justicia es la decisión de la Municipalidad de Valparaíso de mantener al Cuerpo de Bomberos como operador del cobro de estacionamientos en calles de la ciudad. Es cierto que esta decisión es en base a un permiso precario, pero es una señal de la intención de continuar con una modalidad mediante la cual la explotación de espacios públicos va en beneficio de una entidad de servicio público como Bomberos.

De este modo los voluntarios recibirán los ingresos de 619 estacionamientos de las calles porteñas a través de la sociedad Valparaíso 1851, creada por el Cuerpo con el objeto de realizar la operación de cobro que ya había mantenido también a través de otra entidad con la que surgieron algunos problemas.

Eduardo Díaz, presidente de esa sociedad, afirmó que además evaluarán el daño en las calzadas y señaléticas, vandalizadas por los hechos de violencia que afectan a la ciudad. Con renovadas marcaciones identificarán las características propias de la entidad para diferenciarse de empresas privadas que operan el rubro.

Agregó Díaz que ahora asumirán la tarea en mejores condiciones pues "contamos con la experiencia, así como también no estamos ligados a ninguna alianza empresarial, como lo fue el año pasado con Vigipro y que trajo eventuales anomalías en los acuerdos contractuales". Agregó el directivo que se optó por contratar directamente la plataforma tecnológica de pago, que sirve de apoyo a la medición del tiempo de aparcamiento que antes entregaba Vigipro".

Reveló además Díaz que existieron grupos de presión que se resistieron a que Bomberos explotara los estacionamientos, pero que ahora con la nueva empresa se buscarás obtener la explotación al momento que la Municipalidad establezca las bases para una concesión definitiva.

Las presiones eran esperables, pues la operación de estacionamientos en espacios públicos como las calles es un negocio muy rentable con inversiones mínimas.

Sin embargo, la autoridad responsable de otorgar la concesión debe resistir esas presiones, especialmente cuando está en juego la posibilidad de entregar recursos a una entidad como Bomberos cuyos servicios voluntarios cada vez son más demandados. En ese sentido, más allá de inciertas decisiones municipales, sería importante legislar sobre la materia y determinar que la explotación de espacios públicos sea entregada a entidades de servicio, exigiendo por cierto la creación de estructuras transparentes que den garantía del destino de los recursos reunidos.

El hecho que esta modalidad se aplique en Valparaíso, ciudad importante, con la experiencia que se logre, puede servir para replicar el modelo en otras comunas donde Bomberos también requiere recursos para mantener su labor de servicio a la comunidad.

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