La ruta de la legitimidad
Investigador Fundación P!ensa "La percepción de ilegitimidad en alguna de las etapas puede echar por tierra los esfuerzos para superar la crisis".
Finalmente, y salvo sorpresa de última hora, la elección de convencionales constituyentes, alcaldes, concejales y gobernadores regionales se llevará a cabo los días 15 y 16 de mayo. La medida verá la luz luego de ataques cruzados entre el oficialismo y la oposición; de un lado se acusó de chantaje por intentar condicionar la suspensión a la aprobación de medidas económicas, mientras que de la otra vereda se acusó al Gobierno de intentar favorecer electoralmente a ciertos candidatos que estarían en una mejor posición para solventar los gastos de campaña durante un mes adicional.
Podrá parecer desmesurada la frivolidad de la discusión teniendo presente el contexto sanitario, con una pandemia que no da tregua y que ya alcanzó su peak, provocando récord de contagios y de ocupación de camas UCI. Sin embargo, cualquier medida que interfiera en el itinerario constituyente genera tensión política, especialmente cuando se trata de la elección más importante de las últimas décadas. A fin de cuentas, junto a la crisis sanitaria, nuestro país atraviesa por una crisis social de igual envergadura cuya salida institucional dependerá de la legitimidad en todas las fases del proceso constituyente.
Resguardar la legitimidad de nuestra democracia es una tarea que rebasa la mera participación ciudadana y que requerirá de la cooperación de partidos políticos, medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil. Por de pronto, quizás el mayor desafío consistirá en combatir la propagación de noticias falsas durante y después del "evento" electoral. En este sentido, es probable que surjan acusaciones de fraude electoral o que grupos organizados imputen una especie de "apropiación" del proceso por parte de los partidos más tradicionales.
La celebración de los comicios durante dos días, unido a la confirmación de los pronósticos electorales más conservadores -que vaticinan una mínima repartición de escaños a independientes fuera de pacto-, formarán el caldo de cultivo para la proliferación de teorías conspirativas. Ya pudimos apreciar una muestra de este fenómeno en las primarias de alcaldes y gobernadores regionales donde, a la imposibilidad de constituir todas las mesas por falta de vocales, se siguió una serie de acusaciones en contra del Servel y delegados de las juntas electorales. En las redes comenzaron a circular rápidamente conjeturas -respaldadas irresponsablemente por parlamentarios y académicos hoy reconvertidos en candidatos-que atribuyeron cierta intencionalidad oscura en la negativa de fusionar las mesas de sufragio, desconociéndose que dicha acción no está permitida por nuestra ley electoral.
El camino hacia la nueva Constitución no será sencillo. Una vez escogidos los convencionales constituyentes éstos tendrán que redactar el reglamento para su funcionamiento, tarea que se prevé compleja y donde ya se han adelantado algunas diferencias críticas, como la pertinencia o no de contar con sesiones secretas. En esa discusión también subyace una divergencia en la forma de entender la legitimidad: legitimidad como sinónimo de transparencia y legitimidad como manifestación de voluntad libre de presiones externas.
Superado ese escollo, la Convención Constitucional comenzará recién a discutir el contenido de la nueva Carta. En paralelo, el Congreso mantendrá sus facultades legislativas, incluyendo sus competencias de reforma constitucional. Habrá ahí un escenario de aparentes conflictos de legitimidad cuando el poder legislativo presente proyectos de reforma constitucional, o se abstenga de hacerlo. Y qué decir respecto a la presentación de propuestas por parte de los convencionales constituyente, cuando éstas excedan los límites establecidos por la Constitución - o el propio reglamento- y deban ser controladas por los tribunales. La legitimidad nuevamente saldrá a la palestra.
En definitiva, estamos recién en la antesala de una cadena de acontecimientos que requerirán una especial atención por parte de todos los actores, pues la percepción de ilegitimidad en alguna de las etapas puede echar por tierra los esfuerzos para superar la crisis. De ahí la ansiedad y el nerviosismo por avanzar. No olvidemos que nuestra institucionalidad también está enferma y es necesario que inicie pronto su tratamiento.
Maximiliano Duarte