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de mantener un calendario de consultas tan seguidas. Así es que por un lado hay visiones que se preocupan por Chile y por otro lado hay una admiración porque el país es capaz de enfrentar esto dentro de un marco institucional democrático, de discusión y debate, crispado, claro, pero en el mundo entero la política está muy crispada.
LOS ESCENARIOS DE CAYETANO
- En Demonio, el detective porteño-cubano Cayetano Brulé investiga ahora el asesinato de un pintor chileno residente en Madrid que vive clandestinamente en el país, y todo en medio del estallido social, en Valparaíso. ¿Por qué reaparece en ese momento y en ese escenario?
-Esta es la décima novela en que aparece y la octava que protagoniza. Cayetano siempre ha enfrentado casos en medio de situaciones del Chile real, vinculados con lo político. Incluso la primera novela, de 1993, ¿Quién mató a Cristián Kustermann?, surge en el comienzo de la transición a la democracia. Ahora vuelve a ocurrir lo mismo, entre octubre y diciembre de 2019, y dentro de ese marco real, social, donde están todas las opiniones encarnadas en distintos personajes, desde la izquierda hasta la derecha, surge el caso que usted describe. Un artista chileno asesinado en Valparaíso y que fuera de presentar un enigma en sí mismo, porque es asesinado junto al Cristo Redentor del cerro Bellavista, tiene un elemento adicional: vive clandestino en su país. Esa es la primera gran interrogante.
- ¿La novela toma posición sobre lo que ocurre?
- Lo esencial y que está claro en el libro es que una cosa son las manifestaciones callejeras de protesta, que transcurren en forma pacífica, que son propias de toda democracia y tradicionales en la política chilena, y otra cosa es una violencia destructiva inusitada, en muchos casos de terrorismo claro, como la destrucción de una cantidad tremenda de estaciones de metro, quema de edificios patrimoniales, monumentos, iglesias. Esas dos cosas las separan muy bien la novela y Cayetano.
- Usted dice que aquí Cayetano reflexiona como nunca.
- Cayetano ama Valparaíso. Él dejó su país, Cuba, vivió un tiempo en Estados Unidos y encontró su patria en Chile y en esta ciudad, y ahora, ya con sus años, siente que está pasando algo que no logra entender. La destrucción le causa un profundo dolor. Y también le preocupa porque él sabe que los países son tan estables como su propia ciudadanía acuerde serlo.
- Por sus investigaciones, él se relaciona con mucha gente.
- Es un ser muy vinculado al acontecer social, tiene un ojo clínico para ver lo que es la sociedad y no puede estar al margen de esas inquietudes, aunque esté orientado a investigar su caso en forma muy técnica. Él siempre recurre a fuentes de información de distintos sectores sociales, recoge las voces de la ciudadanía y ahí el lector se va encontrando con las distintas versiones e interpretaciones de lo que está pasando. Esa ha sido la fuerza de Cayetano, que no se queda esquematizado en un sector, con una sola visión.
ESCRITURA EN CONFINAMIENTO
- A Susuki, ayudante de Cayetano, le queman la fritanguería Kamikaze y ahora filetea pescado en la oficina, y un personaje dice que los incendiarios y saqueadores son afuerinos porque un porteño no le haría eso a su ciudad.
- Escribí esta novela durante el confinamiento en la residencia de Chile, que está en las afueras de Madrid. No se podía salir, no hubo negocios abiertos durante prácticamente tres meses. Además me tocó la mala suerte de que mi señora estaba en Chile y no pudo volver porque se suspendieron los vuelos. Entonces, fuera de hacer las cosas que podía hacer a través de video conferencias, decidí escribir la novela. Como siempre, escribía de 6 a 8 de la mañana, pero por las noches me ponía a hablar por teléfono con amigos de Chile para que me contaran lo que ocurría. Escuché mucho esa frase que usted dice: "no pueden ser porteños los que están destruyendo la ciudad". Por eso está también dentro de la novela.
- "Leo que se desploma un muro del legendario Antiguo Bar Inglés de mi ciudad natal. Más que en la realidad, el bar vive en el imaginario de la ciudad patrimonio de la humanidad", escribió en Twitter. ¿Cuál es su reflexión sobre Valparaíso?
- Me pasa esto con Cayetano: es un personaje muy vinculado con su ciudad, allí vive, comienza sus casos, de allí sale pero siempre vuelve. Y acostumbra ir a lugares que realmente existen, pero que por la misma crisis han empezado a desaparecer. En esta novela él va al Cinzano, al Bar Inglés y al Hamburg. Cuando la estaba escribiendo, todavía existía el Hamburg, y cerró cuando ya estaba lista; vi la foto tremenda en que están sacando los muebles. LLegó la noticia de que el Cinzano cerraba; después, el derrumbe del Bar Inglés. Se caen no solo locales icónicos de Valparaíso, sino también se están yendo los espacios de Cayetano Brulé, donde él va, conversa, se toma su trago. Lo veo con mucho dolor porque si algo uno aprende aquí en España con mucha claridad es lo valiosa que es la historia, lo valioso que es cuando perduran, perviven, se cultivan, las cosas que han marcado época en la ciudad y en el país de uno.
- En una barricada Cayetano cae en "el que baila pasa", y baila llorando. ¿Llora por la dignidad que le están arrebatando?
- Exactamente. Usted sabe que ese tipo de medidas fueron utilizadas por los nazis con respecto a judíos y minorías, obligándolos a realizar actos contra su voluntad y completamente al margen de las normas. Es algo muy tremendo, indigno, inaceptable que se le puede hacer a una persona. Simplemente que la mayoría por ser un grupo circunstancial, le imponga a usted la voluntad que ella tenga en ese momento, y usted no pueda defenderse ni protegerse porque está siendo amenazado. Él sabe que no tiene otra alternativa. Lo obligan a bailar en medio de los insultos y las risotadas. Y baila. Y llora de impotencia. 2