La prueba verbal que Alejandro Zambra convirtió en un poema
Reeditan "Facsímil" (Anagrama), libro en el cual el escritor transforma aquel tradicional test en literatura.
El escritor Alejandro Zambra (1975) autor de "Bonsái" (2006), "Formas de volver a casa" (2011) y "Poeta chileno" (2020), hizo una pausa extravagante con "Facsímil", reinvención de la Prueba de Aptitud Académica, publicado originalmente hace 7 años por Hueders. Hoy es reeditado para toda la lengua española por Anagrama, donde circula el grueso de su obra.
El libro está dividido en las secciones clásicas del examen original ("Término excluido", "Plan de redacción", "Uso de ilativos", "Eliminación de oraciones" y "Comprensión de lectura"). "Facsímil" pasó por ediciones en otros países latinoamericanos y también traducciones del experimento estético de Zambra que el mismo escritor ha acercado a la poesía.
"A veces pienso que todo lo que escribo parte como poema y lo voy 'traduciendo' y me voy tan al chancho que termino en el cuento o en la novela. Siempre parto de alguna intuición medio vaga. Y cuando no, cuando tengo todo súper claro, no me resulta. Esto es particularmente claro para mí con "Facsímil", dice desde México donde actualmente vive.
-¿Cómo imaginas que sería un sistema de admisión universitaria ideal?
-Ninguno es bueno, la verdad, ante la desigualdad de oportunidades. Y si hubiera igualdad de oportunidades los sistemas de admisión darían lo mismo. Creo que en los primeros años de educación se juega todo. En los tres primeros años de vida aprendes tantas cosas tan complejas. A hablar, a contar chistes, a lidiar con los sueños, a vincularte con la música. Pero por desgracia luego vas al colegio y te dicen que nada de eso sirve. Y es mentira que no sirva.
-¿Te han contado experiencias similares de admisión universitaria en otros países? ¿Los sorprende o identifica este "Facsímil"?
-Sí, es que casi todo el mundo cojea de la misma pata. "Facsímil" parece más experimental (o más sofisticado) en Argentina o Francia que en Brasil, donde la prueba y el sistema de ingreso son muy parecidos a los nuestros. Pero es un libro muy chileno, desde el título, que sólo en Chile se lee como se lee. Una cosa que me importaba muchísimo en "Facsímil" era la dimensión no literaria. O sea, mucha gente intentó dominar la estructura que ocupo y entonces llegan a mi libro desde otro lugar. Los chilenos estamos tristemente preparados para leer un libro como este.
-Otra de las partes de tu "Facsímil" se refiere a la "Eliminación de oraciones". ¿Cuán importante es borrar en la escritura?
-Parece mentira que hubiera un ítem consagrado a la eliminación de oraciones, ¿no? En plena dictadura. Esa sección existía antes de 1973 y siguió existiendo en los noventa, pero rimaba bien con la censura y no puedo sino imaginar, amargamente, justo eso: que éramos objeto de censura y también, al mismo tiempo, aprendices. En fin, lo siento, entiendo que tu pregunta iba para otro lado.
-El "Plan de redacción" supone que hay un sentido o lógica en la escritura. ¿En cuánto difiere escribir literatura de redactar bien?
-Es casi lo contrario. Yo todavía siento, al escribir, la felicidad del desaprendizaje. Hay una idea intuitiva de la escritura que yo quisiera nunca traicionar. Claro que hay que aprender el "plan de redacción" para desafiarlo, pero el énfasis en estructuras rígidas es pura comodidad marcial. Me gustaba, como profesor de redacción, por ejemplo, dedicar muchas horas a la escritura de cartas. Cartas ficticias, a veces imposibles. Creo que así se aprendía mucho más. Y todos los ejercicios geniales de Gianni Rodari, en "Gramática de la fantasía"... Me gusta mucho todo eso, lo he redescubierto ahora, también, criando, con los cuentos infantiles.
-¿Cuál es tu ilativo favorito? ¿Por qué?
-Me acordé de esas preguntas de Juan Luis Martínez en "La nueva novela". "¿Le agradan los en-sí? ¿O prefiere los para-sí?". Últimamente me gusta el "de todas maneras", al menos desde que descubrí que solo en Chile y en Perú lo usamos queriendo decir "por supuesto". Es un giro afortunado, en cierto modo, visto de cerca.
-¿Por qué crees que la "Comprensión de lectura" se coloca al final?
- Y la costumbre era hacer esa sección primero, es decir, empezar la prueba al revés. Es como un mal chiste, la verdad, que vaya al final, como si recién al final fuera necesario "comprender". Cuando escribí "Facsímil" pensé mucho en esa estructura, pues la prueba iba de los ejercicios de "Término excluido", centrados en el nivel de la palabra (y en ese sentido parecidos a algunos textos de la poesía concreta brasileña) y avanzaba, por así decirlo, mar afuera, hacia la prosa.
-Refieres críticamente a la Constitución pronta a terminar. ¿Cómo crees que podría cuidarse la literatura desde ella?
-Yo creo, como planteó tan hermosamente el profesor brasileño Antonio Cândido, que la literatura es un derecho humano. Pienso que no es necesario protegerla, sino más bien proteger lo que la literatura protege: una imaginación autocrítica, en constante reformulación, una especie de multiplicación interna que permite expresar o concretar el deseo de una comunicación verdadera. Y claro, es un trabajo que casi siempre se ejerce en pésimas condiciones materiales, con una especie de ninguneo unánime como ruido de fondo. A los 7 u 8 años leí "El vaso de leche", ese cuento extraordinario de Manuel Rojas, y aunque nunca me había faltado un vaso de leche, sentí el hambre del protagonista, la sensación física, digo. Y en la vida luego me encontré con tantos lectores a los que les pasó exactamente lo mismo con ese mismo cuento. Ojalá los redactores de esta nueva constitución comprendan o intenten comprender qué tipo de conocimientos o de experiencias transmite la literatura.
"Los chilenos estamos tristemente preparados para leer un libro como este", dice el escritor.
Por Cristóbal Gaete
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