La cultura del vino en un Pedro Jiménez y un Cabernet Sauvignon de Choapa
Por Marcelo Beltrand Opazo
Hablar de cultura es hablar de muchas cosas, ya que es un término que tiene más de un significados y se endiente desde distintas ópticas. Pero creo que podemos quedarnos con una definición amplia y bastante consensuada, que nos dice que la cultura es el conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que caracterizan a un pueblo, a una clase social, a una época, a instituciones, a prácticas sociales, etc. Al entender la cultura como ese conjunto de prácticas, conocimientos e ideas, el vino y todo el conocimiento asociado a este se visualizan de mejor forma, pues, hay evidencias que nos dicen que la producción y consumo de vino más antiguo encontrada es de 5.400 años a. C., por lo tanto, cuando descorchamos una botella de vino debemos saber que estamos descorchando historia y conocimiento de muchos años. Así como el arte, llegar a un buen vino es un oficio, una práctica cultural que cada bodega trabaja para alcanzar el mejor resultado. Y es el caso de dos viñas del valle de Choapa, la primera es la viña Cavas Taukan, que vinifica un Cabernet Sauvignon en la localidad de Salamanca, que etiquetaron como Embrujo Andino. Este vino es 100% Cabernet Sauvignon y con un manejo totalmente natural en el campo. La mezcla que realizaron es de 40% que proviene de barricas de primer uso por 21 meses. El 60% restante es de estanques de acero inoxidables. El resultado es un Cabernet de color rojo intenso, brillante. En nariz, frutos rojos, cacao y vainilla, pero también especias como la pimienta negra. En boca, los taninos son redondos con un retrogusto dulce. Es un vino intenso, con notas particulares del valle. Lo recomiendo con puré picante acompañado con prietas. El segundo vino que quiero recomendar, del mismo valle de Choapa, es un blanco de la cepa Pedro Jiménez, de la Viña Choapa. La cosecha de este vino ha sido 100% a mano, seleccionando los racimos y con una maceración pre y post fermentativa, logrando extraer y potenciar todas las características de la cepa, cuyo resultado es un vino de un amarillo claro brillante con toques verdosos. En nariz es floral y frutoso, con notas a durazno y piña. En boca es fresco y se puede sentir la piña, de un final largo y con una acidez muy agradable y equilibrada. Lo recomiendo con un plato de casa, charquicán o arroz con una buena tortilla de verduras. Sorprenderá lo versátil que puede ser al maridar este vino. La cultura del vino en el valle de Choapa. Oficio e historia en una botella.