Cuando la recomendación básica ante la propagación del coronavirus es el distanciamiento social, en nuestras ciudades se aprecian aglomeraciones que son propicio escenario para la extensión de la pandemia. Las autoridades locales hablan de irresponsabilidad y de falta de conciencia. En parte tienen razón, pues muchas personas salen a la calle o utilizan el transporte público sin necesidad alguna, para tomar aire o conversar con los amigos.
Pero otros salen, circulan y repletan recintos por necesidad. Hay que abastecerse de alimentos o medicinas y por eso hay congestiones en ese comercio.
Es cierto que se toman algunas medidas limitando el ingreso e higienizando elementos como carros de supermercados. Pero hay otros puntos donde esa precaución se hace difícil, como son las ferias libres, de gran concurrencia de consumidores y comerciantes.
Por otro lado, está el caso de variados trámites, como el reciente pago de pensiones, acompañado de largas filas. Ha estado también el finalmente postergado pago de permisos de circulación y sus exigencias asociadas, seguro obligatorio y revisión mecánica.
Hay aglomeraciones, un contrasentido, en servicios de salud públicos y privados.
En parte, ciertos trámites se pueden hacer por la vía digital, pero no todas las personas tienen los medios o la capacidad para ello, cuestión que llama a mejorar canales y capacitación de usuarios, tema que también toca al desarrollo del comercio electrónico.
En el caso de quienes salen a la calle por necesidad, es posible mejorar controles en puntos precisos mediante personal militar, buscando un ordenamiento básico, en especial el distanciamiento. Además, hay que insistir en la higienización constante de los lugares de concentración de público. Es posible también una flexibilización de los horarios de aquellos establecimientos o servicios que atienden gestiones presenciales, velando por la seguridad tanto de usuarios como de personal.
Pero el factor básico está en la responsabilidad de cada persona que, gozando de libertad para circular, sin cuarentena total, debe hacer un uso consciente de esa libertad, limitando el movimiento personal y familiar a lo estrictamente necesario. El esfuerzo de la autoridad, poco sirve sin responsabilidad personal.
En esta realidad de aislamiento social tiene mucho sentido considerar la suspensión del desfile del 21 de mayo y de las actividades religiosas de Semana Santa. Son actividades tradicionales, de sentido patriótico y espiritual, pero ambos sentidos adquieren mayor valor en estos días cuando la evocación de los Héroes y de la Crucifixión se puede hacer en forma individual, contribuyendo así al urgente aislamiento social.